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EDITH STEIN: FILOSOFÍA Y CONTEMPLACIÓN 241 - a - s . í a s e r r - - e , - , a - - e a r a conclusión del proceso de esta conversión al cristianismo se produjo a pesar de la férrea oposición mostrada por su familia judía, en el contexto de unos hechos que le causaron inmensa aflicción. Y aquí es donde hay que poner el acento porque ninguna dificultad consiguió cercenar la vocación de Edith. Ni siquiera el amor que experimentaba ante sus seres queridos logró disuadirla de su empeño, coartando de algún modo su libertad de elección. Bien es verdad que su relación con la familia, vivida sin distanciamientos y con absoluta entrañabili- dad y entrega, no se caracterizó por ciertas ataduras emocionales que se manifiestan en otras personas. Pese a ello, en las ocasiones pun- tuales que tuvo que vérselas con su madre por el tema relacionado con su conversión y su decisión de ingresar en el Carmelo se ve que en su interior se produjo la dicotomía propia de quienes proceden de una familia con creencias diferentes a las que se había abrazado. Si la razón lucha por imponerse a la dificultad que conlleva tener que abandonar los criterios intelectuales que se han labrado mediante gran esfuerzo, ¿qué decir del drama que supone tener que expresar la convicción de un credo distinto en el seno de una familia escrupulosamente cumplidora de los preceptos, como era la suya, en la que se manifestaba su rotunda fe judía? Cuando se leen las palabras con las que Edith misma narra ese momento delicadísimo de su vida, es cuando se palpa entre líneas el enorme sufrimiento de un cora- zón filial que, sintiéndose estrechamente unido a su querida madre, Augusta, debe abrirle su corazón descubriendo aquellos profundos sentimientos que no sólo no van a ser acogidos, sino que van a abrir una herida de tal calibre que jamás llegaría a cerrarse. Porque su madre estuvo presente en todo su acontecer de forma significativa 36 . Era una sombra amada, pero también pertinaz, que se proyectaba en cualquiera de las decisiones que tuvo que tomar en su quehacer inte- lectual, y, desde luego, la de su consagración no fue una excepción. Cuando determinó colaborar en calidad de voluntaria con un hospital militar durante la guerra mundial, su madre mostró una férrea oposi- ción: «Me dijo con toda energía: ‘No irás con mi consentimiento’. A lo que yo repuse abiertamente: ‘En ese caso tendré que ir sin tu consen- timiento’. Mis hermanas asintieron a mi dura respuesta. Y comentará 36 Hay muchos testimonios de la inmensa ternura que prodigaba a su madre. Cf. T. a MATRE DEI, Edith Stein. En busca de Dios , 80-83.

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