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240 ISABEL ORELLANA pero al mismo tiempo la posibilidad de ser instrumento de la Gra- cia» 34 . Y como se ha visto, la vertiente intelectual no había sido ajena al giro copernicano que se había producido en su paso de la filoso- fía a la mística. Ella misma lo reconocería: «Quizás en la exposición de mi camino he dejado que lo intelectual saliera mal parado. Mas en el largo tiempo de preparación ha contribuido de forma decisiva. No obstante, decisivo de forma consciente fue lo acontecido en mí (por favor, entienda bien: hecho real, no ‘sentimiento’): topar con la imagen concreta de auténtica vida cristiana en testigos elocuentes (Agustín, Francisco, Teresa)… Es un mundo infinito que se abre como algo absolutamente nuevo, si uno comienza, en lugar de vivir hacia fuera, hacia adentro» 35 . Poco a poco, la fe comenzó a brillar desde este misterio escondido en el dolor del amor, de tal modo que el entendimiento de la filósofa quedó rendido al contacto con la esencia de la verdad. De ahí también ese salto cuantitativo y cua- litativo que determinó dar a su vida tras comprobar que la dirección que había seguido su investigación no ofrecía respuestas a los inte- rrogantes que su naturaleza humana le había planteado, sino que se hallaban en ese Dios amor que le tendía los brazos. Hay que decir, además, que la vertiente antropológica que siempre había destacado en sus investigaciones hallaba por fin el sentido que estaba bus- cando. Le permitió suscribir la idea de que sólo y en la medida en que el hombre descubre al hombre, halla al mismo tiempo a Dios, única y verdadera explicación del ser del hombre. De ello extraería todo lo demás: su dimensión espiritual, su libertad, su individuali- dad y su carácter comunitario-relacional. A fin de cuentas, la bús- queda de la esencia de la persona humana aparece estrechamente unida en la obra de Stein a su dimensión espiritual. 4. LA MADRE: UN HITO EN LA CRUZ DE EDITH Nada tendría de particular el encuentro de esta santa carmelita con Cristo, porque muchas personas han sido invitadas a seguirle por distintos cauces y en circunstancias diversas, si no fuera porque la 34 Cf., T. a MATRE DEI, Edith Stein. En busca de Dios , 106. 35 Cf. E. STEIN, Carta a R. Ingarden , 8.11.1927. c a c c a a c s t c e t e e l c e z s c l c t C

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