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EDITH STEIN: FILOSOFÍA Y CONTEMPLACIÓN 239 a e e , , - s a e - e , o a , e a e r e a a l a e , a e verdad » 30 fueron las sencillas y rotundas palabras que Edith pronun- ció al cerrar el libro de la vida de Teresa, rubricando con ellas el culmen de su búsqueda. Ignoraba entonces que había sido elegida para consumar su existencia abrazada a la cruz por un sendero que apareció trazado por las aristas del sufrimiento desde el momento en el que comenzó a percibir un atisbo de luz sobrenatural en su acontecer. En ese nuevo paso de su itinerario espiritual la experiencia de Teresa mostró a Edith que la verdad no era un problema intelec- tual, sino relacional; que Dios es amor y no un Dios de la ciencia. La claridad de la santa castellana, la pedagogía con la que expresa la vida mística, el himno que eleva a la misericordia divina..., todo eso transformaría el alma de Edith. La verdad, tan largamente perse- guida, la encontraría en la oración interna de la que tan magistral- mente habla Teresa: «En estos tiempos de quietud, dejar descansar el alma con su descanso: quédense las letras a un cabo» 31 , hace notar la santa de Ávila. Es decir, que hay que dar paso a la mística y poner en lugar que le corresponde, y no otro, a la ciencia, que es incapaz de dar cuenta de los problemas existenciales que preocupan al ser humano, como veremos más adelante. Después de tantas vueltas dadas buscando a Dios resulta que la clave de todo se hallaba en la locura de la cruz; ese era el «comienzo de la verdadera felicidad» 32 . La conciencia del amor de Dios en sí le lleva a experimentar la paz de la que hablará en Ser infinito y ser eterno : «Yo me sé sostenido y este sostén me da calma y seguridad. Ciertamente no es la confianza segura de sí misma del hombre que, con su propia fuerza, se man- tiene de pie sobre un suelo firme, sino la seguridad suave y alegre del niño que reposa sobre un brazo fuerte, es decir, una seguridad que, vista objetivamente, no es menos razonable. En efecto, el niño que viviera constantemente en la angustia de que su madre le dejara caer, ¿sería razonable?» 33 . A partir de ese instante la joven iría descubriendo su misión: «comprender cada vez más profundamente mi total insuficiencia, 30 Cf. T. a MATRE DEI, Edith Stein. En busca de Dios , 72. 31 Cf. T. de JESÚS , Vida, c. XV, 8. 32 Cf. T. a MATRE DEI, Edith Stein. En busca de Dios , 76. 33 Cf. E. STEIN, Ser finito y ser Eterno , 75.

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