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238 ISABEL ORELLANA óptica de la persona escribe: «Adherirse a Cristo no es posible sin seguirle al mismo tiempo» 27 . Pues bien, por el camino oscuro de la fe llegó «a la perfección más elevada del ser, la que al mismo tiempo es conocimiento, don del corazón y acción libre» 28 . Pero antes de entrar en ese ascenso espiritual quedaban eslabones en su vida que debía cortar dolorosamente. Así, en los días previos a su conversión, consideraciones de similar naturaleza a las expuestas anteriormente, sumergieron a la santa carmelita en un océano de luchas y contra- dicciones que le hicieron sufrir profundamente. Fueron momentos hartamente complejos que muestran su alto grado de vacilación a la hora de dar el último paso que se le exigía, hasta el punto de pasar por la aflicción de una noche espiritual en la que su enten- dimiento quedaría en cierto modo confundido. Bien es verdad que los problemas humanos y los espirituales hacían acto de presencia, pero ella vio en los contratiempos que se le presentaban la mano de Dios, con lo cual no fue tan difícil vislumbrar el amor divino a través de la experiencia amorosa humana. Cristo, es sabido, no llegó a su vida de improviso. Antes bien, la había ido preparando para asomarse en el momento preciso en que debía hacerse claramente manifiesto. El instante en el que sucedió es, seguramente, uno de los episodios más conocidos de su biografía, similar en este punto a la de otros elegidos por Cristo para seguirle. Nuevamente un escenario frecuente en su vida, en este caso el domicilio de sus amigos filósofos –el matrimonio Theodor y Hedwig Conrad-Martius 29 , con los que pasó una temporada–, se convirtió en el marco perfecto para ese añorado encuentro con la verdad en 1921. En esa encrucijada de caminos en la que se hallaba la filósofa Edith en su búsqueda de la verdadera fe, un día eligió al azar uno de los muchos libros de la biblioteca de sus anfitriones: la vida de la gran santa castellana Teresa de Jesús. La leyese o no de un tirón –entre los estudiosos de su vida hay opiniones para todo–, la cuestión es que con la lectura de esa obra, y no otra, finalizaría el período de maduración de una fe hasta entonces incipiente, que venía perfilándose en el interior de la filósofa y que había logrado mantener en su intimidad a resguardo de miradas ajenas. «Esto es la 27 Cf. T. a MATRE DEI, Edith Stein. En busca de Dios , 226. 28 Cf. E. STEIN, Ser finito y ser eterno , 421. 29 Hedwig fue su madrina de bautismo. v c c a e a t L l e g a l e l L e s t c «

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