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236 ISABEL ORELLANA mento, junto a otras de espiritualidad, incluso realizó los ejercicios de San Ignacio de Loyola y leería también a Kierkegaard, particular- mente su «Ejercitación del Cristianismo» , aunque esta obra tampoco colmó sus anhelos. Lo único que hicieron estas lecturas fue acentuar su inquietud, con excepción del conocimiento del Evangelio que le mostró la supremacía de las palabras de Cristo respecto al estudio y la investigación filosóficas, bien conocidos por ella. «La vida interior es la fuente más profunda y pura de felicidad para la carmelita», escribirá Edith años después desde el convento 20 . Sabía bien lo que decía. Le había costado su tiempo y esfuerzo averiguarlo. Poste- riormente, en su trabajo Ciencia de la Cruz especificaría el sentido genuino de la búsqueda interior: «El alma se encuentra propiamente en su casa cuando está en su parte más íntima, en la sustancia o en lo más profundo de su ser. A través de la actividad de sus potencias, sale de sí misma para encontrarse con el mundo exterior, en una actividad puramente sensible y que está por debajo de sí misma. Esto en busca de lo cual sale el alma, la introduce dentro de sí y queda de ello prendada […] El hombre está llamado a vivir en su interior y a ser tan dueño de sí mismo como únicamente puede serlo desde allí; sólo desde allí es posible un trato auténticamente humano con el mundo; sólo desde allí puede hallar el hombre el lugar que en el mundo le corresponde. Pero, aun siendo esto así, ni él mismo llega nunca a penetrar del todo en ese interior suyo. Es un secreto de Dios cuyos velos sólo Él puede levantar, en la medida que a Él le plazca» 21 . Merece la pena detenerse en este punto y tomar conciencia de lo que para una persona de su categoría intelectual pudo suponer rom- per con los criterios de la razón y la lógica para dar el salto hacia una nueva y drástica orientación. No es que su espíritu vacilase, pero la decisión de profundizar en la verdad mostrada desde la gracia abrie- ron ante ella el mundo de entresijos que conlleva la entrega a Dios. En una palabra, se intensificó su combate interior. Fue una batalla lenta, dolorosa, como acontece en muchas circunstancias de la vida. «El drama de una situación política en desorden; las luchas sociales, lo bueno y lo malo, el conocimiento y el error se mezclan. Cada uno 20 Cartas de Edith 6.5.1941. 21 Cf. “Ciencia de la Cruz”, en E. STEIN , Obras selectas , 497. 508. v j i i e l c s s c r a v f s r c t y c s a t

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