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DIMENSIÓN RELIGIOSA DE LOS HUMANISMOS 181 e - a r . - a , - e e e e l r, e e a - r - - e s e e n o siste en negar un concepto al que Dios ha sido reducido. Pero cabe preguntarse: ¿debe admitirse sin chistar la tesis de que cuanto más el hombre reconoce a Dios más se aliena de sí mismo? Desde luego, la tradición cristiana invierte la fórmula de Feuerbach y Marx: cuanto más reconoce el hombre a Dios más acepta amarse o apreciarse a sí mismo. Dice, entre otros, San Agustín: «Tanto más nos amamos a nosotros mismos cuanto más amamos a Dios» 10 . El ateísmo de Marx logra su rigor limitándose a un único concepto de Dios y, más allá de él, carece de validez teórica. Y, por definición, Dios admite otros muchos conceptos o nombres. Nietzsche comprendió que su mensaje «Dios ha muerto» sólo se refería al Dios moral de Platón y del Cristianismo. Él mismo se pregunta si no será posible otro Dios: «El hombre moderno ha ejerci- tado generalmente su fuerza idealizadora en relación con un Dios en una creciente moralización del mismo... ¿Qué significa esto...? Nada bueno. Una disminución, en definitiva de la propia fuerza del hom- bre. Pero a lo mejor sería posible todo lo contrario; y hay indicios de ello. Dios, pensando como un ser libre de la moral, encerrando en sí toda la plenitud de los contrarios vitales y resolviendo y justificando estos contrarios en un divino tormento: Dios como el “más allá”, por encima de la miserable moral de los mozos de cuerda, de la “moral del hombre que aún no se ha encontrado o que ya ha vuelto a perderse. Pero el hom- bre no es un ser abstracto, agazapado fuera del mundo. El hombre es el mundo de los hombres , el estado, la sociedad. Este estado, esta sociedad, producen la religión, una conciencia invertida del mundo, porque son un mundo invertido . La religión es [...] la realización fantástica de la esencia humana, porque la esencia humana carece de realidad verdadera. La lucha contra la religión es, por lo tanto, en forma mediata, la lucha contra el otro mundo, del cual la religión es el aroma espiritual. La miseria religiosa es, por una parte, la expresión de la miseria real y, por la otra, la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, así como es el espíritu de una situación carente de espíritu. Es el opio del pueblo. La abolición de la religión en cuanto dicha ilusoria del pueblo es necesaria para su dicha real . La exigencia de abandonar sus ilusiones sobre su situación es la exigencia de que se abandone una situación que necesita de ilusiones. » K. MARX – F. ENGELS, Sobre la religión (Salamanca 1974) 93-94. 10 «Nos autem ipsos tanto magis diligimus, quanto magis diligimus Deum». De Trinitate , VIII, 8.

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