NG200701006
196 ILDEFONSO MURILLO Dios. Según esto, más que eclipsar a Dios, el amor al hombre puede llegar a ser la clave para la comprensión auténtica de Dios y del amor a Dios. No amaríamos al prójimo en nombre de Dios o después de Dios , sino que amaríamos a Dios amando a nuestro prójimo. Toda filosofía de las relaciones interpersonales que ponga en el centro a la otra persona conduce a un Dios personal y trascendente o, al menos, deja abierto el camino (experiencial o racional) hacia ese tipo de realidad. Las relaciones interhumanas no son necesidades inscritas en la esencia común de los hombres, sino libre diálogo de personas, conflictivo o pacífico, hecho de apelaciones y respuestas. Diálogo que, en cuanto implica la aceptación del otro como persona libre y trascendente, es el primer paso hacia un posible diálogo con Dios (la realidad suprapersonal, absolutamente absoluta). ¿Amor a Dios o amor al hombre? Amor a Dios y amor al hombre. Mejor aún, amor a Dios en el amor al hombre. La separación raciona- lista moderna de amor a Dios y amor al hombre preparó el camino para la suplantación contemporánea del amor a Dios por el amor al hombre. Ambos amores están al mismo nivel, coinciden en profundidad. Afirmamos al hombre por sí mismo , sin ser mediatizado por nada distinto de él. Amamos en sí y por sí mismo el amor de Dios que es el prójimo. Vale la pena hacerse eco de un interrogante que formula san Juan en su primera carta: “Si uno tiene de qué vivir y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios?” 41 . La sabiduría del amor al prójimo se abre así a la Fuente de donde mana el amor, aunque nos resulte difícil remontarnos hasta ella, atravesando las tinieblas o abismos de error y mal o las nieblas de la duda. Parece extraño que el encuentro de las personas, espe- cialmente en el amor, no haya sido considerado hasta el presente como una apertura a Dios. El reconocimiento del amor al otro como valor humano autó- nomo no me impide avanzar un paso más allá, descubriendo el último fundamento de la incondicionalidad de ese amor. La apertura, de la sabiduría del amor, a la trascendencia de Dios se convierte en 41 1 Jn 3,17-18. f i e s c e c t L e f s t i v c
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz