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188 ILDEFONSO MURILLO relación sujeto-sujeto (Yo-Tú) y la relación sujeto-objeto (Yo-Ello). La autenticidad de cada hombre reside en su inserción en la relación Yo-Tú. Por eso la vida humana verdadera se halla en el encuentro o en el diálogo . Y va mucho más allá. La relación que conduce hacia el otro conduce hacia Dios. Para Buber, la relación con Dios se produce en la prolongación de la relación Yo-Tú, es decir, en la prolongación de la sociabilidad con el hombre. En cambio, la relación Yo-Ello, típica de la ciencia y de la tecnología y de todo saber conceptual, expresaría el saber de un Yo que asedia a un objeto. Creo que han captado bien la intención de Buber las siguientes palabras de Lévi- nas: «Lo significativo en esta distinción es el carácter original e irre- ductible de la palabra fundamental Yo-Tú: el Yo-Ello, el saber, no es fundador del Yo-Tú. La nueva filosofía del diálogo enseña que invo- car o interpelar al otro hombre como tú y hablarle no depende de una experiencia previa del otro, quien, en todo caso, no obtiene de dicha experiencia el significado de “tú”... El diálogo vendría a ser un acontecimiento del espíritu tan irreductible y tan antiguo al menos como el cogito. En efecto, para Buber, el Tú por excelencia es invo- cado en el Tú Eterno invisible –no objetivable, no tematizable– de Dios... En el diálogo, en el Yo-Tú, existiría, más allá de la espiritua- lidad del saber colmado por el mundo y en el mundo, la abertura de la trascendencia» 27 . Dentro de este contexto se plantea Buber la cuestión que le parece más importante: ¿Cómo puede la relación dialógica del ser humano para con Dios abarcar todas las otras rela- ciones Yo-Tú de las personas humanas? Y la resuelve diciendo que Dios es la persona absoluta. En el epílogo a su principal obra, Yo y Tú , escrito cuarenta años después de su primera edición, nos indica así el puesto de Dios en su humanismo: «Dios muestra su absolutei- dad en la relación que tiene para con el ser humano. El ser humano que se dirige a Él no necesita, pues, apartarse de ninguna otra rela- ción Yo-Tú; legítimamente las pone en relación consigo, y las deja glorificarse “en el rostro de Dios”. Hay que precaverse, empero, en general de comprender el diálogo con Dios, el diálogo del que tenía que hablar en este libro y en casi todos los que le han seguido, como algo que acaeciera únicamente al margen de la cotidianidad o 27 De Dios que viene a la idea (Madrid 1995) 233. e t y e a r r l c s t a c s i c ll

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