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184 ILDEFONSO MURILLO teólogos que parecen negar al Dios trascendente, que convierten a la teología en simple decir sobre el mundo. Menor aprecio por el cristianismo y cualquier religión manifiesta el filósofo inglés Bertrand Russell. En 1956 escribió lo siguiente: «Recientemente ha habido un rumor de que yo era menos contrario a la ortodoxia religiosa de lo que lo había sido. Ese rumor carece totalmente de fundamento. Creo que todas las grandes religiones del mundo –el budismo, el hinduismo, el cristianismo, el islam y el comunismo– son a la vez mentirosas y dañinas [...] La cuestión de la verdad de una religión es una cosa, pero la cuestión de su utilidad es otra. Yo estoy tan firmemente convencido de que las religiones hacen daño, como lo estoy de que no son reales» 15 . Dos años antes, en 1954, saliendo al paso del renacimiento religioso en Occidente, tras la segunda guerra mundial y el auge del comunismo, manifestaba una opinión semejante: «La humanidad está en peligro mortal, y el miedo ahora, como en lo pasado, inclina a los hombres a buscar refugio en Dios. En el Occidente hay un renacimiento general de la religión. Nazis y comunistas desecharon el cristianismo e hicieron cosas que deploramos. Es fácil sacar la conclusión de que el repudio del cris- tianismo por Hitler y el Gobierno soviético es, al menos en parte, la causa de nuestros males, y que si el mundo volviera al cristianismo nuestros problemas nacionales quedarían resueltos. Creo que esta es una ilusión engañosa nacida del terror. Y creo que es una ilusión peligrosa porque descarría a los hombres cuyo pensamiento sería fecundo de otro modo y así constituye un obstáculo en el camino de una válida solución» 16 . Su humanismo agnóstico no necesita de Dios, como tampoco el de Tierno Galván, para practicar las virtudes mora- les o tener esperanza en el futuro. Admite que ha sido la inteligencia humana la que causó nuestros males, pero la solución no debemos buscarla volviendo a los mitos oscurantistas de las religiones. Piensa que sólo una inteligencia mayor y más prudente puede hacer más feliz al mundo. No parece sentir ninguna admiración por el cristia- nismo ni ninguna necesidad de responder a los últimos problemas. Sin embargo, no cree que pueda probarse la no existencia de Dios, a lo cual no concede especial atención. La hipótesis de la existencia 15 Por qué no soy cristiano (Barcelona 1979) 3 ed., 13-14. 16 Ib. , 204. s a e s c c a g a r g l

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