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112 FELIPE F. RAMOS todo, no buscando mi conveniencia, sino la de todos para que se salven” (1 Co 10,33). OBSERVACIÓN FINAL En el evangelio de Juan Jesús formula una frase proverbial: “la prueba suprema del amor es dar la vida por los amigos” (15,13). Es lo que hizo Jesús. Fue el argumento definitivo para demostrar su amistad. Aquellos por los que él ha dado la vida ya no son única- mente sus “discípulos”, sino sus “amigos”. Evidentemente, la amistad del discípulo o del creyente en Cristo tiene el fundamento último en su amor que le llevó a entregar la vida por ellos. No surge como consecuencia de “las obras de mayor estima”, que diría san Ignacio de Loyola, o de la delicadeza de conciencia manifestada en la estricta observancia de los mandamientos, ni del cumplimiento escrupuloso de cualquier tipo de obligaciones personales o colectivas. La afirmación de Jesús: “Vosotros sois mis amigos” es como un aerolito caído del cielo. Fuera de este pasaje, sólo aparece una vez en la que Jesús se dirige a sus discípulos llamándoles “amigos” (Lc 12,4). Frente a esta parquedad llama la atención la relativa frecuencia de esta idea en el AT: Abrahán es llamado amigo de Dios por haber sido elegido por él (Is 41,8). También los otros dos patriarcas, Moisés, los profetas y otros fieles son llamados amigos de Dios (Sb 7,27). La ausencia de esta consideración tan bella y profunda –sólo uti- lizada en Jn 15,13-15 y en Lc 12,4– tal vez obedezca a su procedencia del mundo griego. Más aún, es un título dado frecuentemente a los creyentes en los círculos gnósticos. Estos, los devotos, son llamados amigos del revelador. Son amigos aquellos a los que llega el revela- dor; aquellos a los que les comunica su revelación; aquellos a los que manifiesta su enseñanza. Tal vez para evitar el capillismo, el aspecto de grupo esotérico y elitista, tan próximo al gheto, la singularidad innecesaria de un tratamiento que podía llevar al confusionismo iden- tificando a los cristianos con aquellos que abusaban de este título, por razones apologéticas, en suma, se evitó intencionadamente este título tan bello y extraordinario como pocos. F ELIPE F ERNÁNDEZ R AMOS León J f t l v e v e e e e y e t v s y y r

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