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110 FELIPE F. RAMOS – El principio establecido “amicitia diu quaeritur,vix invenitur, difficile servatur” se halla iluminado con plena claridad por la trayectoria de Pablo: buscó apasionadamente la amistad, la encontró a veces (aunque sin la debida consistencia: en el judaísmo se le tornó en enemistad; su “ángel custodio”, que así llamamos a Bernabé, también le abandonó, Hch 15,39- 40). La conservó con dificultad . Este fue el aspecto más des- tacable. Al descubrir que la única persona que le brindaba su amistad era Jesús de Nazaret, la aceptó luchando por ella en múltiples frentes, con dificultades y cárceles, hasta la muerte. Es la amistad más glorioso y dolorosa. Pablo no renunció nunca a ella. Y era plenamente consciente de que sería eternamente duradera (Flp 1,23 “Deseo morir para estar con Cristo”). – Los tres libros que Teofrasto dedica a la amistad la colocan por encima de la caridad. Y es que la caridad (a no ser ver- dadera como la vivida y cantada por Pablo) puede camu- flarse de muchas maneras, mientras que la amistad difícil- mente sostiene caretas o camuflaje. – La amistad es como el vino añejo –lo hemos afirmado reite- radas veces tomándolo de distintas fuentes–; va más allá de los entusiasmos espiritosos del primer momento. La amistad nueva es como el vino nuevo. Sólo la solera del tiempo y del cambio de muchas estaciones la convierte en auténtica. Pablo lo experimentó en muchas ocasiones. – La amistad nace como fruto de la Sabiduría –la ciencia prác- tica de la vida que, enriquecida con la Sabiduría de Dios, llega a hacer partícipes de la amistad de Dios– y Pablo descubrió en Cristo la Sabiduría de Dios. La consecuencia inevitable era descubrir la amistad de Dios o de Cristo. Yuxtaponemos a continuación las cualidades del amigo ver- dadero mencionadas en Sir 6,6-17 con las correspondientes de las mismas entre Jesús y Pablo: – La fidelidad : Jesús no es sí y no (2 Co 1,18-20), es Sí. Lo mismo es Pablo (y esto significa que no hay veleidad en él). – El poder pr o tector , que le convierte en verdadero tesoro (v. 14). Esto es lo que se da en Jesús (Rm 1,16) y a lo que se adhiere Pablo.

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