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66 ALFONSO ORTEGA al lugar de nacimiento de Hesíodo en Ascra de Beocia, lo mismo que de sí afirmaba Horacio respecto a la lírica griega importada por él al parnaso romano 4 . Y así escribe Lucrecio, sin gloriarse en exceso, además, de haber introducido a Empédocles en Roma –que podía legítimamente hacerlo, si se estudia lo que el poeta incor- poró– y de haber aclimatado el poema de corte empedocliano: Campos fragosos recorro de Musas, por nadie trillados antes. ¡Placer acercarse a las límpidas fuentes, sacarles fresca corriente, placer recoger las flores recientes y de ahí colocar en mi frente una insigne corona, de donde las Musas a nadie ciñeron las sienes! Porque, primero, yo enseño de cosas habidas por grandes y artes, y de nudos de supersticiones el alma libero; luego, porque canto de oscura materia tan lúcidos versos. Pero Lucrecio no trataba ya de curiosidades o de especialidad cien- tífica alguna. El propósito de su enseñanza, por nadie tratada en las letras latinas – las límpidas fuentes, la fresca corriente, las flores recientes –, era trasmitir una profunda visión sobre la naturaleza del mundo y sobre el ser humano, alejándole pavores y darle sentido a su vida. Para ello eligió como forma literaria y poética el hexámetro de Ennio, perfeccionando su ritmo, al par que con este verso recogía el sello arcaico de esta forma griega de epopeya, aunque su discu- sión con el pensamiento del griego Empédocles en el Libro Primero manifiesta altísima estima por el poeta y filósofo de Agrigento. Con clarividencia señaló Büchner que esta “ Discusión con Empédocles muestra su profunda veneración hacia este hombre divino” 5 , como se consideró al famoso y extraño siciliano. Vista en su totalidad, esta epopeya lucreciana resplandece, en los seis libros trasmitidos, por su clara arquitectura interna, si prescindimos de los defectos de su trasmisión textual o de aspectos que pueden apuntar a la ausencia de su última mano. Primera virtud del estilo lucreciano es la exacta propiedad con- ceptual de la palabra. Como concreción primaria y símbolo de la teoría atómica, la palabra ronda siempre la pretendida esencia de lo 4 Carmina , III, 30, 12-14. 5 Cf. más detalles en BÜCHNER, o.c. , 617-618, ed-Reclam UNIVERSAL BIBLIO- THEK. s i S y s a e r l a l v c 2 s j a e a L s a
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