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TITO LUCRECIO CARO, EL PRIMER POETA FILÓSOFO EN ROMA En la Historia de la Literatura Latina y de la Filosofía sobre la naturaleza nadie ha existido tan extraño ni tan admirable como el poeta Tito Lucrecio Caro. La extrañeza comienza cuando intentamos acercarnos con seguridad a su lugar de nacimiento y año. Parece como si el lema de Epicuro láthe biósas – vive oculto – , (ideal de Fray Luis de León, “Vivir quiero conmigo/…, a solas, sin testigo/, libre de amor, de celo/, de odio, de esperanzas, de recelo ), se hubiese cum- plido rigurosamente en su vida, aunque no se pueda demostrar esta clase de aislamiento suyo. Si hemos de dar fe a la Crónica de San Jerónimo, el año de su nacimiento fue el 96 o 94 a.C., enloquecería ( insania ) por haber tomado un filtro amoroso, escribió en los espa- cios de lucidez una serie considerable de libros, y murió, suicidán- dose, a los 44 años. Si tiene razón Donato, el gran comentarista de Virgilio en el siglo IV d.C., que puso la fecha de la muerte de Lucre- cio en el mes de febrero del año 55, el mismo día en que Virgilio recibió la toga viril, indicadora de la mayoría de edad, el día de su nacimiento debería retrasarse al 97 o 98 a.C. Alguno de estos datos puede ser dudoso, si exceptuamos el suicidio. Pero no se puede decidir si por insania debe entenderse la enfermedad mental en sentido médico o si se trata de la trivial atribución del vulgo a una personalidad huidiza del contacto con la gente. Probablemente pro- cedía de una familia del norte de Italia, no carente de medios para dar educación alta a su hijo, hasta formar al fin gloriosa tríada con el primer y genial lírico latino, Catulo de Verona y con el incom- parable Virgilio de Mantua. Porque curiosamente ninguno de los grandes poetas de la época nació en Roma. No sería incongruente admitir que la crítica cristiana de San Jerónimo a la obra de Lucre- cio, por razones de contenido, de su concepto del alma, sobre todo, se transformara metafóricamente en insania, y que ésta adquiriese designación patológica. En su vida silenciosa leyó Lucrecio, entre otras obras filosófi- cas griegas y de la época helenística, sobre todo al poeta Ennio, introductor del hexámetro en la literatura latina, y muy probable-

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