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EL MAL EN EL PENSAMIENTO GRIEGO: DE LA TEOGONÍA… 33 e , a e e y a r s , l - e s , l s s r l , , e l r - . l a - males y la de dejar para siempre la imagen de éstos en las paredes de las rocas. La técnica y el arte nacen juntos gracias a la posibilidad que el fuego otorga al hombre de moldear con sus manos los utensilios para la supervivencia y la creación de imágenes que podrán ser con- templadas desinteresadamente. Pero el fuego es también devorador. Sirve al progreso técnico del hombre, pero, en la medida en que necesita ser encendido con frecuencia para mantener la vida humana, tiene algo de salvaje, pues su violencia, cuando se desencadena, ya no puede detenerse. Es una especie de bestia hambrienta que lo consume todo: los alimentos, las casas, las ciudades, los bosques. Por esta ambivalencia el fuego es símbolo del hombre: es divino, por su poder de salvar y mejorar la vida humana y es animal y salvaje, por su poder devastador. Sin embargo, la historia no acaba aquí. En el último acto del drama, Zeus consuma también su castigo, pues considera que Pro- meteo no ha sido derrotado del todo. Zeus le ocultó el fuego y él consiguió recuperarlo, le ocultó el trigo y él enseñó a los hombres a sembrarlo para conseguir el pan. La derrota de Prometeo será total tras la última estratagema de Zeus, la más definitiva. Zeus, como acostumbraba antes de tomar una decisión grave, convoca una asamblea de dioses. A ella acuden Hefesto, Atenea, Her- mes, Afrodita y las Horas. Ordena a Hefesto, el forjador de artefactos prodigiosos, como el escudo y la armadura de Aquiles, que modele una figura de arcilla, con rostro de doncella. A continuación Hermes le da la vida, la energía y la voz de un ser humano. Y Atenea y Afro- dita la adornan con todos los atributos de la belleza y el atractivo de una mujer, una apariencia radiante como la carne blanca del sacri- ficio, adornada con joyas y ceñidores radiantes. Sobre su hermosa cabeza, Hefesto coloca una diadema que sujeta su velo de novia. La diadema está adornada con figuras que representan a todos los ani- males que pueblan el mundo, pájaros, peces, tigres y leones. Es una maravilla, una obra de arte que enamora a quien la contempla. Es el primer arquetipo de la mujer, la máxima expresión de la belleza cautivadora, pero Hermes también ha puesto en su boca palabras falaces, mente engañosa y temperamento de ladrón. Es un ser ambivalente. Posee la belleza de las diosas inmortales, desprende gracia infinita y resplandor deslumbrante y un encanto que hace que dioses y hombres caigan rendidos ante ella. Pero su interior es menos

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