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32 PABLO GARCÍA CASTILLO contra Zeus en el intento por derrocarlo de su trono olímpico, sino que fue su aliado, su consejero. Y, por ello, Zeus lo elige para que sea el artífice del reparto de los dones y honores entre los hombres, después de su separación del mundo divino. Zeus y Prometeo comparten una característica esencial de la inteligencia griega: la astucia. Y, en el reparto de los bienes entre dioses y hombres, ambos personajes jugarán una astuta partida que tendrá consecuencias dispares. Prometeo pretende engañar a Zeus y éste acepta el reto para imponer, después, su autoridad y su castigo a los seres humanos. Prometeo, tras sacrificar a un animal y descarnar por completo los huesos, hace un primer lote, que incluye todos los huesos del animal cubiertos por una apetitosa capa de grasa y recoge, en un segundo lote, todas las carnes comestibles, cubiertas por la piel del animal. Ofrece el primer lote a los dioses y el segundo a los hom- bres. Su astucia le lleva a disimular lo bueno bajo la apariencia de lo feo y repugnante, ocultando lo malo bajo la apariencia de lo más apetitoso. Las apariencias engañan. No sólo por la treta de Prometeo, sino por la astucia de Zeus. Éste también finge que ha sido engañado para llevar a cabo el castigo del titán. Zeus gana la primera partida. En el segundo acto de este drama, Zeus priva a los hombres del principal medio de pervivencia: el fuego. No podrán los hombres comer la carne que Prometeo les ha reservado, porque no dispondrán del fuego para cocinarla, ya que los seres humanos no son caníbales ni animales salvajes y les resulta imposible digerir la carne cruda. Por este motivo, Prometeo urde una nueva artimaña y roba el fuego del cielo, donde lo ha escondido Zeus, y se lo entrega a los hombres, junto con los cereales, el alimento esencial de los seres humanos, comedores de pan. Y el trigo deberá ser ocultado y sembrado bajo la tierra para que dé frutos, sin que Zeus pueda observarlo, lo que supondrá el castigo de la labranza y de la agricultura, que exigirá el esfuerzo constante y el duro trabajo del hombre, no sólo para cultivar los campos sino para fabricar las vasijas en las que esconder las semi- llas y los frutos. En el último acto de este mito esencial sobre la condición humana, vemos de nuevo la astucia de Zeus para castigar al hombre. La humanidad ha alcanzado el progreso y la civilización gracias al robo de Prometeo, que, con el fuego, les dio la técnica, es decir, la posibilidad de fabricar los utensilios con que cazar y matar a los ani- l e t f s e c s v c s t c l c s g
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