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58 PABLO GARCÍA CASTILLO sobre la tierra era conforme al orden natural, que él consideraba un orden fundado divinamente” 78 . Una tesis ciertamente insólita en la tradición hermenéutica del platonismo, pero que se ajusta perfecta- mente a lo que expresan los textos del Timeo . Y, aunque no podemos aceptar la negación del dualismo antropológico de Platón que la autora defiende, pensamos que acierta, si hacemos caso a la evolu- ción del pensamiento platónico respecto al cuerpo. No hay duda de que Platón mantuvo siempre la naturaleza anti- tética del alma y el cuerpo, desde el punto de vista ontológico, ya que el alma es siempre inmortal y el cuerpo siempre mortal. Pero, frente a la posición radical y provocativa del Fedón , en el que el cuerpo es un mal para el hombre y una cárcel para el alma, en el Timeo comprobamos en diversos pasajes que el alma sin el cuerpo no tiene sentido pleno, pues el demiurgo la plasmó para ser centro y gobernante del mismo. Y el cuerpo se transforma en vehículo ( óchema ) del alma, un ágil y ligero instrumento que permite al alma ejercer su acción en el mundo. Así lo afirma Platón: “Para imitar la figura del universo circular, ataron las dos revoluciones divinas a un cuerpo esférico, al que en la actualidad llamamos cabeza, el más divino y el que gobierna todo lo que hay en nosotros. Los dioses reunieron todas las partes del cuerpo y se las entregaron para que se sirviera de él porque habían decidido que debía poseer todos los movimientos que iba a hacer. Se lo dieron como ágil vehículo…” 79 . Una idea que repite en un pasaje posterior: “El dios en persona se convierte en artífice de los seres divinos y manda a sus criaturas lle- var a cabo el nacimiento de los mortales. Cuando éstos recibieron un principio inmortal de alma, le tornearon un cuerpo mortal alrededor, a imitación de lo que él había hecho. Como vehículo le dieron el tronco y las extremidades” 80 . Esta visión positiva del cuerpo en el Timeo encuentra su punto culminante en la hermosa metáfora del hombre como planta celeste. Platón hace una hermosa analogía entre el cuerpo del hombre y las plantas que miran al sol buscando recibir de él la energía que les da la vida. Platón describe el cuerpo humano como la más perfecta 78 C. DE VOGEL, Repensando Platone e il Platonismo (Milano 1990) 284. 79 PLATÓN, Timeo, 44d. 80 Ib ., 69c. e c c s c g a e F j i f c a d

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