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EL MAL EN EL PENSAMIENTO GRIEGO: DE LA TEOGONÍA… 55 a - a a s s , e - e í e - a l - a y a e r e a l e En este sentido puede observarse una valoración positiva del cuerpo y de la necesidad de su cuidado, tanto en el Protágoras , como en la República . El lenguaje platónico sobre el cuerpo cambia su tono negativo para ir adquiriendo matices menos rotundos. La pro- vocación del dualismo radical se transforma en una expresión más equilibrada de la relación de alma y cuerpo hasta llegar a una visión ciertamente positiva del cuerpo, que rara vez ha sido advertida en la mayoría de interpretaciones del platonismo, generalmente fundadas en la hermenéutica neoplatónica. Limitándonos al Timeo , podemos recorrer algunos textos que confirman este indudable cambio en el pensamiento platónico sobre la naturaleza del cuerpo. Lo primero que hemos de destacar es que Platón señala que el cosmos es un ser generado y, como tal, tiene cuerpo, un cuerpo armonioso y perfecto, en la medida en que puede serlo, pues es obra de su artífice divino que contempló el modelo eterno y lo plasmó en la obra de arte que es el cosmos 71 . El dios cons- truyó el cuerpo del universo estableciendo una proporción armoniosa entre los cuatro elementos, pues ésta es la armonía más bella 72 . Y, además, “al ensamblar el mundo, colocó la razón en el alma y el alma en el cuerpo, para que su obra fuera la más bella y mejor por natu- raleza” 73 . El cuerpo del universo no sólo es armonioso y equilibrado por los elementos que lo forman, sino también por la forma perfecta que el dios le dio, que es la figura circular, que lo convierte en un dios perfecto y feliz, ya que “el dios eterno razonó de esta manera acerca del dios que iba a ser cuando hizo su cuerpo no sólo suave y liso, sino también en todas partes equidistante del centro, completo, entero de cuerpos enteros. Primero colocó el alma en su centro y luego la extendió a través de toda la superficie y cubrió el cuerpo con ella. Creó así un mundo circular, que gira en círculo, único, solo y ais- lado, que por su virtud puede convivir consigo mismo y no necesita de ningún otro, que se conoce y ama suficientemente a sí mismo. Por todo esto, lo engendró como un dios feliz” 74 . 71 Ib ., 28 b-29a. 72 Ib ., 31b ss. 73 Ib ., 30b. 74 Ib ., 34a-b.

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