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EL MAL EN EL PENSAMIENTO GRIEGO: DE LA TEOGONÍA… 49 e a a - e a - - e a . - , - e a - ” s a o l recinto en el que se resguarda como si fuera una prisión. Así, pues, el cuerpo, como indica su nombre, es prisión ( sêma ) del alma, hasta que ésta pague las culpas que debe pagar. Y no es necesario cambiar ni siquiera una letra” 51 . Este hermoso texto platónico muestra que el término sôma (cuerpo) adquirió ya, desde su invención en el movimiento órfico, tres significados esenciales: tumba, signo y prisión. El cuerpo es la tumba del alma, en el sentido de que ésta se halla muerta en el encierro del cuerpo, ya que la diferencia ontológica entre el alma y el cuerpo supone una radical incompatibilidad entre ambas dimensiones de la vida humana. Hay una concepción circular de la vida y la muerte, como estados sucesivos, que se halla unida a la idea de la transmigración, que compartieron los griegos desde antiguo, tal vez como un préstamo de creencias orientales 52 . Así lo testimonia Platón, al explicar su conocida teoría de que el aprender no es más que recuerdo de lo que el alma conoció en su vida ante- rior al destierro en el cuerpo, como recoge la tradición de la poesía griega, con estas palabras: “Lo dice Píndaro y muchos otros poetas inspirados por la divinidad. Y las cosas que dicen son éstas –y tú pon atención si te parece que dicen algo verdadero–: afirman, en efecto, que el alma del hombre es inmortal y que, a veces, termina de vivir –lo que llaman morir– y a veces vuelve a renacer, pero no perece del todo jamás... El alma, pues, siendo inmortal y habiendo nacido muchas veces y visto efectivamente todas las cosas, tanto las de aquí como las del Hades, no hay nada que no haya aprendido...” 53 . Si el alma ha vivido libre, cuando aún poseía sus alas para reco- rrer el mundo inteligible contemplando las ideas, según el famoso mito platónico del Fedro 54 , es ahora testigo del más allá, que sólo 51 PLATÓN, Crátilo , 400c. 52 Como señala Guthrie, “era una tesis favorita de Heródoto, en la que, con seguridad, excede no sólo la verdad, sino también la probabilidad, afirmar que los griegos habían tomado prestadas de los egipcios no sólo sus ideas religiosas más destacadas, sino, incluso, sus divinidades... Cabe añadir, simplemente, que la doc- trina, con seguridad, era exclusivamente griega, puesto que, en efecto, la religión egipcia no sabía nada de la transmigración” (W.K.C. GUTHRIE, Historia de la filoso- fía Griega (Madrid 1984) I, 160. 53 PLATÓN, Menón, 81 a–c. 54 ID., Fedro, 246 a-b.

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