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EL MAL EN EL PENSAMIENTO GRIEGO: DE LA TEOGONÍA… 45 a l s a s : lí s s - l : a a a e s e - . s í a s y e e - a tierra: “llevaban en sus brazos un cervatillo o lobeznos salvajes, y les daban su blanca leche todas aquellas que de un reciente parto tenían aún el pecho rebosante y habían abandonado a sus recién nacidos. Se pusieron encima coronas de hiedra, de roble y de florida brionia. Una tomó su tirso y golpeó sobre una roca, de donde empieza a brotar, como de rocío, un chorro de agua. Otra hincó la caña en el suelo del terreno y allí el dios hizo surgir una fuente. Todas las que deseaban la blanca bebida, apenas escarbaban la hierba con las puntas de sus dedos, obtenían manantiales de leche. Y de los tirsos cubiertos de hiedra destilaban dulces surcos de miel. De modo que, si hubieras estado allí, habrías ido con oraciones al encuentro del dios” 43 . Pero estos cantos líricos sobre la vida sencilla y tranquila en una tierra prometida que mana leche y miel son sólo las palabras finales de un ser humano, poeta trágico, que ha experimentado el dolor irreparable de la existencia y la imposible resistencia ante el destino y el capricho funesto de los dioses. Ahora lo ve, como quien ha apren- dido todo de la experiencia, como quien aconseja a quienes vienen a la vida para que no tropiecen en la misma piedra de clamar contra los dioses por el dolor o de intentar rebelarse contra la fatalidad invencible. Lo sensato es sobreponerse al dolor y escapar a una vida llena de vanidades superfluas, de ambición desmedida, de insolencia ante el poder divino. El coro lo entona con poética expresión: “¿Qué es lo sabio? ¿Cuál es el más preciado botín ofrecido por los dioses a los humanos? ¿Acaso mantener la mano vencedora sobre la cabeza de nuestros enemigos? ¡Lo bello es grato siempre! ¡Dichoso quien del mar escapó a la tempestad y alcanzó el puerto! ¡Dichoso quien de las penalidades se ha sobrepuesto!... Pero yo considero feliz a aquel cuya vida cotidiana alberga la dicha” 44 . La inocencia castigada, tal como aparece el mito del drama clá- sico, sólo encuentra unas leves palabras de ensueño y poesía en los versos de Eurípides. Pero todos los héroes trágicos son inocentes, Edipo, Orestes, Hércules, todos ellos han actuado guiados por la dei- dad o el destino invencible. Ellos no son los causantes del mal, sino sus continuadores, no son los culpables de su desgracia ni de la de los demás. No es posible que ningún hombre alcance una felicidad dura- 43 Ib., 698-713. 44 Ib., 897-911.

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