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44 PABLO GARCÍA CASTILLO Ahora, en los últimos días de su existencia, Eurípides desea encontrar esa tierra feliz, donde se vive en paz, donde no alcanza al hombre el infortunio, donde reina Afrodita y las Musas y las Gracias conceden a los hombres disfrutar de la poesía, del vino y de la fiesta que hace olvidar el dolor. Las inspiradas palabras del coro de las Bacantes expresan con claridad este último deseo del poeta trágico: “¡Llévame allí, Bromio, Bromio, báquico guía, dios de evohé! Allí están las Gracias, allí está el Deseo, y allí es justo que las bacantes celebren sus fiestas rituales. ¡El dios, hijo de Zeus, se regocija en los festejos y ama la Paz, diosa que da prosperidad y nodriza de la juven- tud! Igual al rico y al más pobre les ha ofrecido disfrutar del goce del vino que aleja el pesar. Aborrece a quien de esto se despreocupa: de vivir, a lo largo del día y por las noches amables, una existencia feliz, y a quien no mantiene sabiamente su corazón y su inteligencia apartados de los individuos geniales. Lo que la gente más humilde ha admirado como fe y como práctica, esto quisiera yo aceptar” 39 . Por eso, considera feliz al que vive en la sencillez y santidad de la vida natural: “feliz aquel que, dichoso conocedor de los misterios de los dioses, santifica su vida y se hace en su alma compañero de tíaso del dios, danzando por los montes como bacante en santas puri- ficaciones, celebrando los ritos de la gran madre Cibeles” 40 . Por eso repite: “considero feliz a aquel cuya vida cotidiana alberga la dicha” 41 . Una vida como la de las bacantes, cuando están serenas y tranquilas en una naturaleza llena de radiante gracia y de floreciente calma. Así describe el mensajero a estas mujeres en ese idílico paisaje: “dormían todas, tumbadas en actitudes descuidadas; unas reclinada su espalda sobre el ramaje de un abeto, y otras habían echado su cabeza sobre las hojas de encina en el suelo. Reclinadas al azar en actitud decorosa, y no, como tú dices, embriagadas por el vino y el bullicio de la flauta de loto, retiradas de la soledad para perseguir en el bosque el placer de Cipris” 42 . Y estas apacibles doncellas se mueven en un espacio lleno de hermosura y gracia sin igual semejante al paraíso de las islas afor- tunadas, donde sin trabajo se obtienen los frutos más deliciosos de la 39 Ib., 405-431. 40 Ib., 72-80. 41 Ib., 910-911. 42 Ib., 684-689. ti a t c t l e ti i e a l i ll a e l l c s v s

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