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EL MAL EN EL PENSAMIENTO GRIEGO: DE LA TEOGONÍA… 43 e - s i a e a - , e e y : a . s s e s e - e r r s a - - das ofrendas. Y es que, huérfano de padre y madre, a los nutricios altares de Febo yo atiendo” 36 . En medio del dolor y de la desgracia, la imagen de un joven huérfano, que realiza con alegría las tareas diarias de atención a los dioses, no evita el sufrimiento del espectador ni le impide sentir aver- sión por la mirada envidiosa de los dioses, pero suscita un momento de consuelo y de alivio. Los dioses siguen alejados y los hombres sienten el abismo que les separa de ellos, pero la ternura suaviza el dolor y conmueve el corazón. A pesar de la vida difícil, sin padres, alejado de su casa, en sole- dad, Ion es feliz a la sombra del templo. Su canto evoca la calma de su corazón: “Hermoso en verdad es el trabajo, oh Febo, con que te sirvo en tu casa honrando la sede de tu oráculo. Ilustre es el trabajo de mantener mis manos esclavas de los dioses, señores no mortales sino imperecederos. No me canso de ejercer este honroso trabajo” 37 . El segundo rasgo de las tragedias de Eurípides, al que antes alu- díamos, es la vida sencilla, la tranquilidad interior y la naturaleza que produce sosiego y descanso al que huye de la vida agitada de la polí- tica, de la ciudad agresiva y del ámbito del poder. Al final de su vida, cuando Eurípides escribe su última tragedia, Bacantes , vemos cómo evoca esta idea de la tranquilidad de la vida dedicada a los dioses, una tranquilidad que sólo es posible si se acepta el poder irresistible de los dioses y la fragilidad de la vida humana acechada siempre por el infortunio. El coro canta con lirismo un encendido poema a la vida serena, a la moderación de las aspiraciones humanas, porque la brevedad de la existencia exige una vida sencilla, propia de un ser efímero: “la vida serena y la moderación de pensamiento conserva una estable firmeza y sostiene reunido un hogar. Pues, aunque lejos, habitantes del éter, los dioses celestes ven las cosas de los hombres. La ciencia de los sabios no es la sabiduría. Ni tampoco lo es el meditar sobre lo inhumano. ¡Breve es la vida! Por eso, ¿quién puede cosechar el presente, si persigue lo infinito? Ésas son actitudes, en mi opinión, de mortales enloquecidos” 38 . 36 EURÍPIDES, Ion, 98-110. 37 Ib., 128-135. 38 ID., Bacantes, 388-400.
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