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EL MAL EN EL PENSAMIENTO GRIEGO: DE LA TEOGONÍA… 41 - a - r y a , - r - s e e a - a a a miras a un nuevo castigo, sobre piedras nuevas afila su justicia’ 31 . Misteriosa mezcla de lo que proviene de los dioses y lo que pro- viene de los hombres” 32 . Anticipo del conflicto y la disputa escolástica sobre la predes- tinación y el libre albedrío, el mito trágico de Esquilo muestra la incompatibilidad de la inocencia humana con la justicia divina. El dios es siempre para los griegos poderoso y justo. Y la idea de justicia divina, que ya está presente en los versos de Los trabajos y los días , en donde Zeus es el vengador del débil, esa idea de un dios justo es la que Esquilo ofrece como solución al problema capital de la trage- dia: la fatalidad que aplasta al efímero ser mortal. Si el hombre sufre, parece decirnos Esquilo, es necesario que sea culpable, porque de no serlo el dios no sería justo. El sufrimiento del hombre es el castigo divino por sus males, aunque la culpabilidad humana resulta un mis- terio en la mayoría de sus dramas. En las tragedias de Sófocles el panorama es aún más desolador. No hay siquiera un atisbo de la justicia divina. Los dioses se han alejado, callan y contemplan indiferentes el sufrimiento de hombres nobles y esforzados por actuar con rectitud. Puede verse con claridad en la tragedia por antonomasia, según la opinión de Aristóteles 33 , en Edipo rey . Edipo es inocente, intenta en todo momento actuar bien, pero cuanto más se esfuerza por conseguirlo, más se enreda en la inexorable trama que el destino le ha tendido. Siente piedad por los tebanos, azotados sin cesar por la peste, y trata de socorrerlos. Busca incansablemente al asesino de Layo con el único fin de purificar la ciudad de la mancha del asesino, tal como requiere el oráculo, inten- tando así salvar la ciudad y restablecer la justicia. La búsqueda de la verdad le lleva al infortunio. Porque en los versos de Sófocles los dio- ses no son buenos ni justos, sino que se sirven de las virtudes de los 31 Ib., 1535-1536. 32 A.J. FESTUGIÈRE, O.c. , 18. 33 En varios pasajes de su Poética , Aristóteles menciona la tragedia de Sófo- cles como ejemplo de excelente “peripecia”, es decir, de cambio del estado de felici- dad al de infortunio del héroe ( Poética 1452 a), como modelo de reconocimiento de la identidad del propio protagonista ( Ib., 1452a y 1455a) o como ejemplo de bella fábula ( Ib., 1453a) o, finalmente, como la fábula mejor construida, hasta el punto de que el oyente, sin asistir al espectáculo, con sólo escuchar su relato, siente temor y compasión ( Ib., 1453b).

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