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40 PABLO GARCÍA CASTILLO fue Homero, el cual con la epopeya inventó el modelo de la repre- sentación dramática, siendo su Margites ejemplar de lo cómico y la Ilíada y la Odisea el modelo de lo trágico. Las palabras de Aristóte- les no pueden ser más elogiosas: “En el género noble fue Homero el poeta máximo, pues él solo compuso obras que, además de ser hermosas, constituyen imitaciones dramáticas” 27 . Luego, la comedia y la tragedia, al nacer como géneros, se repartieron los despojos de la antigua epopeya. Y la tragedia evolucionó hasta alcanzar la plenitud de los poetas trágicos griegos. Pero, Homero fue el gran fabulador, el hacedor, como lo llama Borges, que supo crear dos poemas en los que no contó cuanto sucedió a sus héroes, sino que los ordenó en torno a una acción única, convirtiéndose por ello, según el jui- cio de Aristóteles, en “el gran maestro de los demás poetas en decir cosas falsas como es debido” 28 , pues la poesía no es servil imitación o reproducción de los hechos, sino invención y libre representación de las acciones. En los poemas homéricos y en la trama de la tragedia los dio- ses y la Fatalidad se inmiscuyen en el discurrir de la vida de los humanos, como una justa obligación, que, sin embargo, conduce a los hombres al infortunio y al extravío. Como canta el coro de Agamenón de Esquilo: “¿quién podrá arrojar de esta casa esa semilla de maldición? Esta estirpe está impulsada al extravío” 29 . Un extra- vío que no nace de las acciones humanas, que no han buscado Agamenón ni Clitemnestra, ni los de su estirpe, sino que, como bellamente expresa Festugière, “es como una especie de niebla caída del cielo por medio de la cual los Poderosos de lo alto ciegan al insecto humano, arrastrándolo luego en un torbellino, de modo que ya no sabe lo que hace, actúa como un demente. ‘ Un daimon nos ha dañado cruelmente con sus pesadas garras’ 30 , dice la misma Clitemnestra. Un daimon , es decir, una Fuerza sobrenatural, esta Fuerza que, para cada hombre, determina su destino. Y ese destino es fatal. El coro, intérprete una vez más, al parecer, del pensamiento de Esquilo, pronuncia la palabra decisiva: ‘ La Fatalidad (Moira), con 27 Ib . 28 Aristóteles, Poética, 1460a. 29 ESQUILO, Agamenón, 1565-1566. 30 Ib., 1660. v t i e l t a e i t i c t v s c d l f q c
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