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36 PABLO GARCÍA CASTILLO su tiempo y del nuestro. En el mito de Prometeo, tal como lo cuenta Platón 18 , Protágoras describe ese estado natural y explica cómo el ser humano alcanzó el progreso y la civilización en la ciudad gracias a la decisión de Zeus, el cual, viendo que los hombres eran incapaces de reunirse en paz y vivir en ciudades, mandó a Hermes que les entre- gase a cada uno el sentido moral y la justicia, ( aidós kaì díke ), para que establecieran entre ellos vínculos acordes de amistad. Según este hermoso mito, la educación que Protágoras enseña no es más que el arte de aprender a convivir en la ciudad, gracias al respeto a la ley y a la justicia, que son el medio más adecuado para alcanzar una armo- nía social y política. El maestro Protágoras se sirve de su adaptación pedagógica del mito de Prometeo para destacar el progreso del hombre, conseguido gracias a la obra esencial de sus manos, la técnica, que le sirve para transformar la naturaleza en instrumento de supervivencia y capa- cidad de mejorar la calidad de vida del hombre. Es el objetivo de la educación de la pólis democrática: formar buenos profesionales, que no podrán serlo del todo si no se transforman ante todo en buenos y excelentes ciudadanos. Platón nos hace ver que hay una técnica imprescindible para vivir, aquella cuyo símbolo es el fuego prometeico, que convierte al hombre en cocinero, alfarero y forjador de artefactos para satisfacer las necesidades elementales de la vida. E incluso, una vez satisfechas éstas, la técnica puede convertirle en creador de obras de arte, dignas de ser contempladas y recordadas con cierto placer. Sin embargo, hay un arte y un saber que supera con mucho a todas las demás capaci- dades del hombre: el arte de construir el artefacto más sublime que haya ideado el ser humano: es el arte de la política, el saber que hace 18 PLATÓN, Protágoras 320b-322d. Sobre el sentido de este famoso mito hay numerosas interpretaciones, ya sea del Prometeo de Hesíodo, de la versión trágica de Esquilo o de la lectura progresista de Protágoras. Sobre la fidelidad con que Pla- tón reproduce la concepción pedagógica de Protágoras, puede verse la obra de G.B. KERFERD, The sophistic movement (Cambridge 1981) 125. En relación a la aporta- ción de Protágoras respecto al progreso moral, véase J. ROMILLY, Los grandes sofis- tas en la Atenas de Pericles (Barcelona 1997) 213 y ss. Y no faltan quienes han visto en este relato del mito de Prometeo el germen de la teoría del contrato social, como bien explica CH.H. KAHN, The Origins of Social Contract Theory , en G.B. KERFERD (ed.), The Sophists and their Legacy , (Wiesbaden 1981) 92-108. a a f r t a c c l a “ “ s 2

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