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cabales de su propia racionalidad” 12 , la trabazón con las leyes natu- rales aleja el punto de gravedad hacia la naturaleza (de gran influen- cia en el cristianismo griego) y hacia el lenguaje como retórica. La interioridad es de nuevo traída y hecha poesía, mística y pro- funda especulación metafísica en el neoplatonismo. Así, la enseñan- za practicada en la Escuela de Roma privilegiaba una hermenéutica que “ofrecía una invitación a la elaboración viva y personal de la propia filosofía (...). Esa región inteligible, a la que es preciso llegar, no se alcanza con la contemplación de la belleza externa del texto ni con el profundo conocimiento del mito, sólo es visible para quien se vuelve sobre sí mismo y ve en su interior, donde se halla su mora- da” 13 . En todo caso el intelectualismo ético de búsqueda interior, con notables diferencias y acentuaciones “va de los pitagóricos a Sócra- tes y se transforma desde Platón y Aristóteles hasta las éticas hele- nísticas, las cuales convierten en norma suprema la vida según el orden racional de la naturaleza. Pero el poder de la Inteligencia como amante del Bien [en el neoplatonismo], capaz de ser poseída por su belleza y su luz, abre el camino a toda la teología negativa y la mística occidental, que se inició en el Fedro y en el Banquete de Platón” 14 . La actitud socrática del conocimiento interior del alma como fundamento del quehacer de la reflexión y de la búsqueda de la 650 MANUEL LÁZARO PULIDO 12 A. A. LONG, La filosofía helenística (Madrid 1977) 176. 13 P. GARCÍA, “Antecedentes neoplatónicos de San Agustín: de la retórica a la epóptica”, en SOCIEDAD CASTELLANO-LEONESA DE FILOSOFÍA, Plotino, Porfi- rio , San Agustín (Salamanca-1989) 15. Cita el autor el siguiente texto de Plotino que resulta esclarecedor: “¿Cómo va uno a contemplar una «belleza imponente» que se queda allá dentro, como en el interior del santuario, y no sale al exterior de suerte que pueda uno verla, aunque sea profano? –Que vaya el que pueda y la acompañe adentro tras dejar fuera la vista de los ojos y sin volverse a los anteriores reflejos del los cuerpos... –¿Y qué viaje es ése? ¿Qué huida es ésa? –No hay que realizarla a pie: los pies nos llevan siempre de una tierra a otra. Tampoco debes apresarte un carruaje de caballo o una embarcación, sino que debes prescindir de todos esos medios y no poner la mirada en ellos, antes bien, como cerrando los ojos, debes trocar esta vista por otra y despertar la que todos poseen pero pocos usan” ( Enéadas , I, 6, 8, 1-6 y 21-27). 14 P. GARCÍA, Plotino (204/5-270) (Madrid 2001) 54.

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