NG200603003

cuencias. Si alguien come o bebe en exceso, por muy placentero que le resulte, sabe que, pasadas unas horas, se encontrará mal. De modo similar, quien se somete a una operación dolorosa lo hace con la vista puesta en el beneficio futuro. ¿Qué significa, entonces, esa conocida expresión según la cual hay hombres que “son vencidos por el placer”? ¿Verdaderamente hay personas que, sabiendo lo que es mejor para sí mismos, hacen todo lo contrario? Parece claro que uno de los principales propósitos de todo este diálogo es mostrar la teoría socrática según la cual quien sabe lo que es bueno para sí mismo, lo hará inexorablemente. Así pues, nadie puede ser vencido por el placer, sino sólo por la ignorancia, por el desconocimiento de las consecuencias negativas que puede tener un placer del que se disfruta de manera inmediata. De esta manera, aun aceptando la identificación de placer y bondad, el consejo que ha de darse al pueblo para que alcance la felicidad es, necesariamente, éste: “ si como un hombre que sabe pesar, reuniendo lo placentero y reunien- do lo doloroso, tanto lo de cerca como lo de lejos, lo colocas en la balanza, dime cuál es mayor. Pues si pesas lo agradable frente a lo agradable hay que preferir siempre lo que sea más en cantidad. Si los dolores frente a los dolores, lo menos y en menor cantidad. Si lo agradable frente a lo doloroso, que lo penoso sea superado por lo agradable; tanto si es lo inmediato por lo lejano, como si es lo de lejos por lo de más cerca, hay que elegir la acción en que eso se cum- pla” 10 . Si el placer es bueno, aquel que es “vencido por el placer” está eligiendo un bien inmediato a cambio de un perjuicio futuro que, obviamente, desconoce. Como vemos, el método para alcanzar la felicidad (o mejor, una vida con la mayor cantidad de placer posi- ble) es el de sopesar los placeres y dolores tanto presentes como futuros y elegir, por comparación, la opción más ventajosa. Dejarse vencer por el placer no significa ceder ante nuestros impulsos en busca de la satisfacción inmediata, sino desconocer las penosas con- secuencias de nuestras acciones presentes. Si un hombre conociese realmente el perjuicio que causa su comportamiento, habría que aceptar que escoge el dolor vencido por el placer, es decir, hace el mal vencido por el bien, lo cual resulta a los interlocutores extrema- damente absurdo. Y es que, con frecuencia, lo cercano parece 606 IGNACIO GARCÍA PEÑA 10 Ib ., 356b.

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