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placer. Ciertamente todo placer es un bien por su conformidad con la naturaleza y, sin embargo, no todo placer es elegible; así como también todo dolor es un mal, pero no todo dolor siempre ha de evi- tarse” 76 . Encontramos, una vez más, la distinción entre placeres con consecuencias beneficiosas y perjudiciales. Se afirma que el placer es el bien primero ( prw`ton ajgaqo;n ) y, sin embargo, puede recha- zarse para escoger un dolor. Hedonista, según el diccionario, es aquél que postula la identidad de bien y placer, como hacía, por ejemplo, Aristipo de Cirene. Y, precisamente, como hemos tenido oportunidad de comprobar, esta distinción entre placeres buenos y malos es uno de los argumentos que refutarán la postura radical de Calicles. Esto parece indicar que el placer se valora, no en sí mismo, en su naturaleza, que no es otra que la sensación subjetiva de agra- do, sino en función de una segunda propiedad que de ella puede predicarse, la bondad (o maldad). Podrá argumentarse, no obstante, que también se renuncia a bienes para obtener otros mayores, pero difícilmente se podrá aceptar escoger un mal en función del bien o que existan bienes malos y males buenos porque, si son malos, no son bienes, y, si son buenos, no son males. Entonces, preguntaría- mos a Epicuro: “ ¿Acaso piensas también tú que el fin de todas las acciones es el bien y que es preciso hacer todas las demás cosas por el bien, y no éste por las demás cosas?” 77 No pretendo, en absoluto, hacer ninguna refutación ni despre- cio al pensamiento de un filósofo de la categoría de Epicuro. Lo que sí he intentado es mostrar la coherencia y la riqueza del pensamien- to de Platón en torno al placer, así como mostrar mi disconformidad con las etiquetas que, a veces, se colocan sobre determinados filó- sofos y que, si bien es cierto que pueden resultar didácticas y sinté- ticas, pueden desvirtuar la extraordinaria diversidad y riqueza de una filosofía como la platónica. Hablar del hedonismo de Epicuro y del ascetismo de Platón me parece un error y una simplificación que no se corresponde con los textos de uno y otro. Ambos buscan una vida carente de dolores, en la que un cálculo inteligente pueda guiar nuestra conducta de una manera virtuosa y placentera. Y, para resal- tar otra vez una de las escasas diferencias entre ambas posturas, des- LA EVOLUCIÓN DE LA TEORÍA PLATÓNICA DEL PLACER 645 76 Ib., 129. 77 PLATÓN, Gorgias, 500a.

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