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pueda alcanzarse la vida mixta que todos aprecian como la más beneficiosa y mejor. Por último, citaré algunos pasajes significativos de Epicuro. Después de la lectura de estas páginas, un lector que desconociera estos asuntos, bien podría pensar que estas palabras fueron escritas por el propio Platón, pues parecen una repetición de argumentos anteriores: “ Un recto conocimiento de estos deseos sabe, en efecto, supeditar toda elección o rechazo a la salud del cuerpo y a la sere- nidad del alma, porque esto es la culminación de la vida feliz. En razón de esto todo lo hacemos, para no tener dolor en el cuerpo ni turbación en el alma” 74 . Además, “ conviene juzgar todas estas cosas con el cálculo ( summetrhvsei ) y la consideración de lo útil y de lo inconveniente” 75 . En estos dos textos, aparecen ya algunos de los rasgos fundamentales de la consideración platónica del placer. Los ideales de Epicuro se resumen en los conocidos conceptos de ajpo- niva y ajtaraxiva , que constituyen lo que Platón entiende como ausen- cia de dolor, tanto en el cuerpo como en el alma. En primer lugar, la inteligencia y el conocimiento son los encargados de proporcio- nar ese estado libre de temores y perturbaciones. Epicuro parece incluso demandar esa tevcnh que el Sócrates platónico siempre pos- tula como requisito indispensable para guiar correctamente nuestras vidas. En segundo, hay que señalar que, a diferencia de lo que defiende Platón, la naturaleza del placer es enteramente negativa: sólo existen el dolor y su ausencia. Sin embargo, frases como la siguiente suelen parecer suficientes para calificar de hedonista a este pensador helenístico: “ el placer es principio y culminación de la vida feliz. Al placer, en efecto, reconocemos como el bien primero, a nos- otros connatural, de él partimos para toda elección y rechazo y a él llegamos juzgando todo bien con la sensación como norma” . Pocas veces, sin embargo, se cita la totalidad del parágrafo, que continúa así: “ Y como éste es el bien primero y connatural, precisamente por ello no elegimos todos los placeres, sino que hay ocasiones en que sos- layamos muchos, cuando de ellos se sigue para nosotros una moles- tia mayor. También muchos dolores estimamos preferibles a los pla- ceres cuando, tras largo tiempo de sufrirlos, nos acompaña mayor 644 IGNACIO GARCÍA PEÑA 74 DIÓGENES LAERCIO, X, 128. 75 Ib., 130.

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