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por mucha sabiduría que contuviera. Sin embargo, en algunos pasa- jes el placer, más que un componente de la vida buena, parece un complemento que nada tiene que ver con lo verdaderamente impor- tante de la misma: la inteligencia 71 y, a través de ella, la proporción y la belleza. Los que Sócrates considera auténticos placeres son los que se derivan del ejercicio mental, mientras los corporales y más cotidianos no llegan a recomendarse sino que más bien se toleran. Lo interesante de este diálogo no es tanto el lugar y los privilegios que concede Platón al placer sino la tipología que establece, distin- guiendo los placeres que se mezclan con el dolor y los que no, los que pertenecen al cuerpo, al alma o a ambos, así como su tesis de que todo deseo se origina en el alma. Lo enormemente interesante de los últimos diálogos de Platón es la nueva consideración de todo lo sensible y corporal, que entra en tensión con lo intelectual, lo que él entendía que era lo divino que hay en cada uno de nosotros. CONCLUSIÓN La estructura literaria y asistemática de los diálogos platónicos conlleva, en muchas ocasiones, grandes dificultades de interpreta- ción. El tema del placer se halla disperso en diferentes diálogos, compuestos en fechas alejadas; además, salvo la excepción del File- bo , no constituye el asunto principal de la conversación, por lo que no recibe un tratamiento pormenorizado que dé respuesta a todas nuestras preguntas. A pesar de ello, espero haber expuesto con cier- ta claridad mi opinión: que no existe contradicción alguna en el tra- LA EVOLUCIÓN DE LA TEORÍA PLATÓNICA DEL PLACER 641 71 Si hay una afirmación capaz de resumir el pensamiento de Platón por lo que se refiere al tema del placer es precisamente ésta: “ una vida auténticamente placentera depende de la inteligencia ” [I. M. CROMBIE, Análisis de las doctrinas de Platón (Madrid 1988) I, 281]. Señala el autor que Platón es consciente de la doble dimensión, inteligible y sensible, del ser humano, por lo que una vida digna de ser llamada buena ha de satisfacer ambas capacidades. Pero, al igual que después afir- mará Aristóteles, siendo la racionalidad lo más elevado y propio del hombre, la inte- ligencia ha de ocupar un lugar más importante que el placer. “ Platón ha cambiado de ideas desde los tiempos del Protágoras y de la República , pero no niega que el pla- cer sea un criterio para la vida buena, sino sólo que sea el único o principal criterio ” ( Ib .). A mi juicio, esto es algo que subyace a todos los diálogos aquí analizados.

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