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estrictamente, un saber concerniente a la política, puesto que ningu- na opinión se considera inferior a otra. Pero, incluso aceptando que exista ese saber, no parece ser enseñable, como demuestra la expe- riencia, pues grandes personalidades y dirigentes políticos, a pesar de haber triunfado y de ser admirados por su labor, no han conse- guido que esos hijos y discípulos igualen o superen sus logros en el ámbito político. No nos detendremos demasiado en la extensa respuesta que ofrece Protágoras, a través del conocido mito de Prometeo. Lo que Sócrates quiere demostrar es que no existe una tevcnh política capaz de generar ciudadanos virtuosos. El sofista, por su parte, opina que, aunque Prometeo otorgó a los hombres la capacidad racional nece- saria para su supervivencia, Zeus tuvo que añadir a su naturaleza una serie de virtudes que permitieran la sociabilidad. Y esas cuali- dades morales no se repartirían como las técnicas, de manera que unos fueran hábiles en medicina, otros en pintura, etc., sino que todos debían participar de la justicia y el sentido moral. La cuestión es que, aunque todos poseen, en cierta medida, estas virtudes, han de desarrollarse y reforzarse mediante la educación y el esfuerzo propio. Es así que nadie desprecia a los que son muy bajos o feos o poco hábiles en la escultura, pues se entiende que son dones de la naturaleza ajenos a la voluntad de cada individuo. Pero “de cuan- tos bienes creen que por medio del ejercicio y la atención sobrevie- nen a los hombres, si uno no los posee, sino que tiene los defectos contrarios, sin duda se producen indignaciones, castigos y repri- mendas ” 4 . En contra de las afirmaciones de Sócrates, Protágoras intenta justificar el hecho de que cualquiera pueda tener una opi- nión válida en asuntos políticos, pues las virtudes antes menciona- das son accesibles a todos a través de la educación y la práctica. Especialmente interesantes son las apreciaciones de Martha Nussbaum a este respecto 5 . El hombre, en estado de naturaleza, carente de esos dones que Zeus le proporcionará, está indefenso; en cierta manera, no dispone de su propia vida, ya que se encuentra a merced de la fortuna, de la tuvch . Esta exposición del hombre a los 602 IGNACIO GARCÍA PEÑA 4 Ib ., 323d-e. 5 Es muy recomendable la lectura del capítulo que la autora dedica al Pro- tágoras : M. NUSSBAUM, La fragilidad del bien (Madrid 1995) 135-176.

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