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la igualdad de placeres que se basan en creencias verdaderas o fal- sas. Aunque parece haber forzado el uso de la expresión falsos pla- ceres y busca una nueva argumentación 59 . La unión que encontramos tan a menudo entre placer y dolor lleva, en muchas ocasiones, a grandes equívocos. Recordemos la comparación que hacía Sócrates cuando se refería a aquél que sólo ha visto lo negro y cree que lo gris es su opuesto. Ciertas corrientes de pensamiento de su época defendían que el placer no es sino la ausencia y liberación del dolor 60 . Aquí sí se aceptará la denomina- ción de falsos placeres, pues tal estado no es el verdaderamente pla- centero sino aquél que es intermedio entre dolor y placer. Así, si Pla- tón entiende que hay tres estados, a saber, placer, dolor y ausencia de ambos, tales corrientes (al igual que después hará el epicureís- mo) sólo aceptan la existencia de los dos últimos. Por lo tanto, debe mostrarse que los falsos placeres, equivalentes a ese estado neutro e intermedio, en nada se asemejan al placer real. La argumentación que Sócrates llevará a cabo la conocemos ya, pues ha aparecido en los diálogos anteriores. Los placeres más frecuentes e intensos pare- cen ser los corporales. Y su intensidad estará en relación con la intensidad de los deseos. Luego aquellos que experimentan los pla- ceres más intensos son los desenfrenados o quienes padecen algu- na enfermedad, puesto que sus deseos son también más intensos que los de los hombres moderados y sanos. “ Si esto es así, es eviden- te que los mayores placeres y los mayores dolores nacen en cierta per- versión del alma y del cuerpo, no en su perfección ” 61 . Según esto, los placeres más intensos van intrínsecamente unidos a dolores de la misma magnitud. Siendo así, no encontraremos los auténticos place- res dentro del ámbito de lo corporal, ya que aquí el placer va nece- sariamente unido al dolor. LA EVOLUCIÓN DE LA TEORÍA PLATÓNICA DEL PLACER 635 59 En defensa de Sócrates, debemos citar la inteligente apreciación de W. K. C. GUTHRIE ( O.c. , 234): todos admitimos que las creencias pueden ser verdaderas o falsas. Y, por el hecho de ser falsas, no dejan de ser realmente creencias. ¿Por qué, entonces, los placeres no pueden juzgarse en relación a los objetos que los provo- can? 60 Así, por ejemplo, Espeusipo afirmaba que sólo existen dos estados, el dolor y la liberación del mismo, que equiparaba al placer. Véanse ARISTÓTELES, Ética nicomáquea , 1153b y W. K. C. GUTHRIE, O.c ., V, 486-7. 61 PLATÓN, Filebo , 45d.

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