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cosas a las que damos el mismo nombre parecen tener una natura- leza común, una misma forma 48 . Estamos ante el conocido proble- ma de lo Uno y lo múltiple, tratado con mayor detenimiento y cla- ridad tanto en el Político y el Sofista como en el Parménides . Lo que aquí nos interesa es la naturaleza del placer, que, siendo una, se pre- dica de muy diversas maneras. Debe decirse que Platón se preocu- pa más de diferenciar los distintos tipos de placeres que de ofrecer una definición de aquello que los hace semejantes. Sensaciones que parecen opuestas, como la del sabio y la del desenfrenado, se cali- fican del mismo modo. Protarco, en un principio, no encuentra dife- rencia entre unos y otros, dado que los placeres, en cuanto tales, sólo pueden diferenciarse en función de los objetos que los produ- cen, pues las sensaciones de placer, con independencia de aquello que lo produzca son enteramente semejantes. Sócrates no queda del todo conforme: “ Y un color será semejante a un color, mi genial amigo; al menos, en ese preciso aspecto, el hecho de ser puro color, no diferirá en nada, pero todos reconocemos que el negro resulta ser, además de diferente, completamente opuesto al blanco” 49 . Precisa- mente por pertenecer al mismo género, los placeres pueden ser opuestos. Por lo tanto, debemos establecer una clara distinción entre unos y otros con el fin de saber cuáles de ellos debemos incluir en la vida mixta que se ha mostrado como la mejor. Nadie va a negar que los placeres, valga la redundancia, son placenteros, ese atribu- to es el que les confiere unidad. Sin embargo, Sócrates quiere poner 630 IGNACIO GARCÍA PEÑA del género, lo encontramos frecuentemente en los últimos diálogos, especialmente en el Sofista , pues se busca la esencia de éste por medio de la aplicación de dicho método. Hay decenas de estudios dedicados a la interpretación de la dialéctica en la filosofía de Platón; de entre ellos destacamos los siguientes: J. STENZEL, Plato’s Method of Dialectic (New York 1940); R. ROBINSON, Plato’s Earlier Dialectic (Oxford 1953); E. PACI, “La dialéctica de Platón”, en N. ABBAGNANO, La evolución de la dialéctica (Barcelona 1971) 25-47; P. PEÑALVER, “La dialéctica platónica y la forma del saber”, en ER. Revista de Filosofía 11 (1990-1991) 9-27. 48 Esta cuestión puede llevar a confusión si sólo se atiende al texto de Repú- blica , 596a, donde se afirma que “ nuestra costumbre era, en efecto, la de poner una idea para cada multitud de cosas a las que damos un mismo nombre” . Sin embar- go, el Crátilo al completo pretende mostrar precisamente la tesis opuesta, mucho más coherente con el pensamiento platónico: “ habrá que contentarse con llegar a este acuerdo: que no es a partir de los nombres, sino que hay que conocer y buscar los seres en sí mismos más que a partir de los nombres” ( Crátilo , 439b). 49 PLATÓN, Filebo , 12e.

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