NG200603003

Los placeres físicos provienen de la supresión de una carencia y, de alguna manera (que no queda demasiado clara), ocurre algo pareci- do con los de la parte racional del alma. Pero hay una gran diferen- cia entre los objetos con los que se llenan los distintos recipientes. Lo que se llena con aquello que es más real, eterno e inmutable será más real y duradero que aquello que se llena con lo mudable y mor- tal. Siendo esto así, los placeres del filósofo son los más verdaderos e intensos. Lo dicho acerca del placer en este libro IX de la República supone algunas novedades con respecto a lo que se había dicho en el Protágoras y el Gorgias . Sin embargo, Platón se preocupa más de mostrar la superioridad del filósofo y la necesidad de que lo racio- nal sea guía tanto en la ciudad como en el alma, que de la esencia misma del placer. Los argumentos utilizados aquí pueden resultar extraños, e incluso, como comenta Guthrie, algo insatisfactorios: “ Nadie puede juzgar la realidad o intensidad de los placeres de otro a través de un criterio extraño de valoración. El filósofo puede decir que él goza de una calidad de vida más elevada que la del sensua- lista, pero no puede decir que goza más la vida, dado que el gozo es una cuestión de preferencia individual” 42 . A pesar de ello, ya hemos visto que hay algunas aportaciones interesantes a la temática del placer, especialmente debido a que la concepción de las Formas y del alma humana está mucho mas elaborada que en diálogos ante- riores. Lo racional debe ser guía del carro del alma y de la polis. Sin embargo, en contra de las frecuentes acusaciones de antihedonismo, Platón no dice que los placeres propios de las partes concupiscible e irascible sean ficticios o deban suprimirse (al menos no en la República ), sino que han de ser guiados y limitados por la racional en función de la salud del alma, que se deriva de la armonía entre las partes: “ Por tanto, cuando el alma toda sigue al elemento filosó- fico y no hay en ella sedición alguna, entonces sucede que cada una de sus partes hace lo que le es propio y cumple la justicia; y además cada cual disfruta de sus peculiares placeres, que son los mejores y, en la medida de lo posible, los más verdaderos (…) Pero, cuando se impone alguno de los otros elementos, ocurre que éste no halla su propio placer y fuerza a los otros a perseguir un placer extraño y no 626 IGNACIO GARCÍA PEÑA 42 W. K. C. GUTHRIE, O.c ., 519.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz