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riéndose a los de la parte concupiscible del alma; especialmente en el Protágoras y también en el Gorgias se hacía referencia al catálo- go clásico de placeres (comida, bebida, sexo…), todos ellos relacio- nados con lo corporal y concupiscible. Sin embargo, los términos placer y deseo ( ejpiqumiva ) tendrán un significado mucho más amplio a partir de aquí. Y es que Sócrates va a reconocer que cada una de las tres partes del alma tiene sus propios deseos y, en consecuencia, goza de sus propios placeres. Los de la parte concupiscible ya son sobradamente conocidos, pues tienen que ver con los deseos cor- porales y con el ansia de riquezas que ayuda a satisfacerlos. La parte irascible busca la dominación, la victoria y la gloria, mientras la racional se centra en la búsqueda de la verdad, amante de toda cien- cia y todo saber. “ De ahí que para nosotros los caracteres principa- les del hombre sean tres: el filosófico ( filovsofon ) , el ambicioso ( filov- nikon ) y el avaro ( filokerdev" )” 37 . La clasificación anterior ofrece pocas dudas, pues cada género de hombre está dominado por una de las partes de su alma. Pero la cuestión que estamos discutiendo es la siguiente: ¿cuál de estos tres hombres es más feliz, cuál de ellos experimenta más placer? Si tuviéramos ante nosotros a un hombre de cada una de estas tres clases, ninguno aceptaría que hubiese deseos mejores y más placenteros que los suyos. El criterio propues- to por Sócrates es que la cuestión sea juzgada por aquél con mayor inteligencia, capacidad de raciocinio y experiencia. La prueba es sumamente curiosa, pues vemos con claridad que, por las dos pri- meras condiciones, el filósofo parte ya con ventaja. Por lo que se refiere a la experiencia, pretende mostrar que sólo el filósofo ha degustado los tres tipos de placer, pues desde niño conoce los pla- ceres concupiscibles. “ Por lo que toca a la honra, si realizan aque- llo a que cada uno ha aspirado, entonces a todos se les alcanza, por- que, en efecto, el rico recibe honra de mucha gente y lo mismo el valiente y el sabio, de modo que todos tienen experiencia de cómo es el placer que da el ser honrado; pero del placer propio de la contem- plación del ser ( tou` o[nto" qeva" ) , de ése es imposible que haya gus- tado ningún otro salvo el filósofo” 38 . Esta afirmación resulta especial- mente extraña si la comparamos con múltiples pasajes de la obra LA EVOLUCIÓN DE LA TEORÍA PLATÓNICA DEL PLACER 623 37 PLATÓN, República , 581c. 38 Ib ., 582c.
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