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viada, ejerce su señorío sobre el todo?” 35 . Siguiendo con esta com- paración, no le resulta difícil a Sócrates probar la infelicidad del hombre tiránico. Su alma se encuentra en las mismas condiciones que la ciudad, esclavizada, sometida a las pasiones y los deseos de la parte más baja. El carro del alma, como la ciudad entera, está sien- do arrastrado por la parte concupiscible, impidiendo que el auriga se haga con el control. En cierto modo, esta actitud tiránica se ase- meja mucho a la defendida por Calicles en el Gorgias : el tirano sólo se preocupa por la satisfacción de sus deseos, de hacerlos tan gran- des como le sea posible sin tener en cuenta de ningún modo sus consecuencias. Tanto los ciudadanos como las partes irascible y racional de su alma están al servicio de los deseos del tirano. No obstante, tal como enseñó a Calicles, es éste el género de vida más desdichado que puede llevarse. Siendo así, el hombre más desgra- ciado no es el que posee un alma tiránica sino el que, poseyéndo- la, adquiere el poder de la ciudad y ejerce su tiranía sobre los ciu- dadanos. En primer lugar, su alma es comparable a aquel tonel agujereado cuyos deseos jamás se ven plenamente satisfechos. Pero, además, es un hombre sin amistades, que jamás puede abandonar su propia ciudad (algo que incluso algunos esclavos pueden hacer) y siempre temeroso de sus propios súbditos, que conspiran en su contra e intentan arrebatarle el poder 36 . Podría decirse que el hombre tiránico no es dueño de sí. La frase resulta algo contradictoria en la medida en que quien es dueño de sí mismo, también es necesariamente esclavo. Pero lo que se entiende por esta expresión no es sino el control de la parte peor sobre la mejor; es dueño de sí el hombre cuya alma es dirigida por el auriga y no por sus deseos. La experiencia misma muestra la infe- licidad del tirano, pero Sócrates quiere aportar más pruebas para así demostrar que el hombre bueno y justo es quien experimenta la mayor felicidad. Debe hacerse aquí una pequeña precisión: en lo que llevamos analizado, Platón ha hablado de placeres y deseos refi- 622 IGNACIO GARCÍA PEÑA 35 Ib ., 577d. 36 En las detalladas descripciones que Platón hace de la vida del tirano resue- nan, sin duda, los ecos de su estancia en la corte de Dionisio I de Siracusa, quien jamás asistía a los juegos Olímpicos, pues sólo contaba con el apoyo de Esparta y apenas salía de su palacio por miedo a las conspiraciones de sus múltiples enemi- gos.

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