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nifica ser vencido por el placer y no era otra cosa que ignorar los efectos perjudiciales del mismo. Ninguna diferencia encontramos en la distinción expuesta entre hacer lo que se quiere y hacer lo que apetece, a propósito de la actitud de Arquelao, tirano de Macedo- nia 33 . Hacer lo que a uno le apetece, como es su caso, significa aceptar todos los placeres inmediatos sin atender a aquel cálculo racional que evoca la analogía de la balanza. Sin embargo, como todos buscamos necesariamente el bien propio, no está haciendo lo que quiere quien, como Arquelao, satisface sus deseos a costa de placeres futuros o generándose males y dolores que, obviamente, desconoce. No obstante las profundas semejanzas, ocurre que en el Gor- gias la actitud de Platón es mucho más airada y extremadamente más crítica con la política ateniense y los medios de los que se sirve. Por eso, lo que no encontramos en el Protágoras es la analogía, tan típica de Platón, entre cuerpo y alma, pues los placeres que en ese diálogo se mencionan se limitan a los corporales. Pero en el Gorgias está más preocupado por el bien de la yuchv , que no es tenido en cuenta por los políticos y oradores atenienses. La retórica, como la culinaria, proporciona placer por medio de una destreza adquirida empíricamente, por experiencia, pero no puede decirse que sea una tevcnh como lo es la medicina. Es así que se hace necesario un médi- co del alma, que conozca los medios adecuados para alcanzar lo bueno aunque sea doloroso. A pesar de ello, y quizá por la juven- tud platónica y su actitud casi furiosa, se ocupa más de rechazar que de proponer. Aún no explicita quién es aquel médico y en qué con- siste su saber. Pero ya se ha indicado que, para el sabio, es mejor sufrir injusticia que cometerla, dado que la auténtica felicidad del hombre no radica en el placer del alma, sino en su salud; la cual, dicho sea de paso, también es placentera. 620 IGNACIO GARCÍA PEÑA 33 Véase el pasaje de Gorgias , 466e-468e. Es interesantísima la pregunta que plantea Sócrates en 467c, “ ¿Piensas que los hombres quieren lo que en cada ocasión hacen o quieren aquello por lo que lo hacen?” , la cual, sin duda, recordará a aquel conocido fragmento del Fedón , 98c-99d, a propósito del uso que Anaxágoras hace del concepto de mente o inteligencia ( nou`" ) refiriéndose a él como causa ( aijtiva ). Y es que el deseo parece actuar a modo de causa eficiente, que nos impulsa a su inme- diata satisfacción, mientras la inteligencia es capaz, como hemos visto, de sopesar placeres y dolores futuros y de movernos a actuar en función de una causa final.

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