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entre los argumentos de ambos diálogos, sino que Sócrates se servi- rá de las mismas armas para refutar a Calicles. Cabe decir que le resulta extremadamente sencillo hacerlo, pues la postura de aquél cae por su propio peso, ya que conlleva identificar la virtud con el libertinaje, la molicie y la violencia elevados a su máxima expresión. Sócrates pregunta si no sería más aconsejable cierta dosis de mode- ración ya que, según ha oído decir: “ aquella parte del alma de los insensatos en que se hallan las pasiones, fijando la atención en lo irreprimido y descubierto de ella, era como un tonel agujereado alu- diendo a su carácter insaciable ” 28 . Así, quien busca la multiplicación de sus deseos no sólo no es el más feliz sino más bien desgraciado por estar siempre insatisfecho. Si el símil nos parece apropiado, resultará ser más feliz un hombre cuyo tonel, aun siendo muy pequeño, carezca de agujeros. Tal hombre no tendría que preocu- parse de llenar constantemente su tonel. De esta manera, ¿no será más feliz aquel que satisfaga sus deseos, por pocos que sean? Más aún ¿no será el hombre más feliz aquel que minimice sus deseos, resultándole así extremadamente fácil llenar su pequeño tonel? “ No me persuades, Sócrates. Para el de los toneles llenos, ya no hay pla- cer alguno, pues eso es precisamente lo que antes llamaba vivir como una piedra; cuando los ha llenado, ni goza ni sufre. Al contrario, el vivir agradablemente consiste en derramar todo lo posible ” 29 . Antes de que Sócrates contradiga las palabras de Calicles, me gustaría hacer aquí un pequeño inciso para aludir a la problemática de la satisfacción del deseo tan poéticamente expresada en el Ban- quete . Mi pregunta es sencilla: ¿puede haber una satisfacción plena de los deseos, podemos llenar nuestro tonel de una vez para siem- pre? Sócrates quiere refutar las ideas del discurso de Agatón, para quien Éros es un dios extremadamente bueno y bello. Sócrates se opone rotundamente a esta afirmación, argumentando que sólo se desea aquello de lo que se carece, razón por la que Éros no posee estos atributos. Siendo esto así, las palabras de Calicles, que ante- riormente nos recordaron ciertas ideas de Nietzsche, parecen salir ahora de la boca de Schopenhauer. Si deseamos aquello de lo que carecemos, dejaremos entonces de desear aquello que poseemos. Al LA EVOLUCIÓN DE LA TEORÍA PLATÓNICA DEL PLACER 617 28 Ib ., 493b. 29 Ib ., 494a-b.

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