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muchas posesiones, ocupándose, en cambio, de asuntos que no hacen sino pervertir el orden de la naturaleza. El filósofo es un hom- bre expuesto a perder sus bienes, a ser condenado injustamente; alguien que defiende una justicia al servicio del débil y en contra de los que por naturaleza son más fuertes. Después de una crítica tan dura a las convenciones y al mode- lo de vida del filósofo que propone Sócrates, cabría preguntar cuál es la alternativa que propone Calicles. Sus palabras no podrían ser más claras: “ lo bello y lo justo por naturaleza es lo que yo te voy a decir con sinceridad, a saber: el que quiera vivir rectamente debe dejar que sus deseos se hagan tan grandes como sea posible, y no reprimirlos, sino, que, siendo los mayores que sea posible, debe ser capaz de satisfacerlos con decisión e inteligencia y saciarlos con lo que en cada ocasión sea objeto de deseo ” 27 . En este discurso y no en el Protágoras , es donde verdaderamente encontramos una defensa a ultranza del hedonismo, así como la identificación total de bien y placer. Siendo así, se trata de aumentar al máximo nuestros deseos para conseguir los placeres más intensos y en mayor número y alcanzar de este modo la mejor vida posible. Calicles está de nuevo pensando en el estado de naturaleza, en el que todos buscan domi- nar sobre otros y disfrutar cuanto sea posible de todos los placeres disponibles. Además, en tal estado, el placer de los débiles se ve reducido a su mínima expresión dado que los fuertes les arrebatarí- an todos sus bienes. Por este motivo los de naturaleza débil censu- ran siempre a los desenfrenados, a aquéllos que buscan la satisfac- ción inmediata de los deseos y la maximización de sus placeres. Parece claro que no hay posibilidad de un hedonismo más radi- cal que el defendido por Calicles. Al equiparar bien y placer, repri- mirse o abstenerse de un determinado placer significaría renunciar a un bien, lo cual resulta absurdo dentro de la propia lógica socrá- tica. Pero, ¿es esto lo que Sócrates dijo en el Protágoras? Vimos que, en cierto sentido, se consideraba el placer idéntico al bien, en la medida en que lo placentero, considerado en sí mismo, es benefi- cioso para el individuo y, por lo tanto, un bien. Sin embargo, en nin- gún momento habla Sócrates de maximizar los deseos ni de satisfa- cerlos a toda costa. Tanto es así que no sólo no habrá contradicción 616 IGNACIO GARCÍA PEÑA 27 Ib ., 491e-492a.

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