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Así pues, cuando en lenguaje religioso cristiano se dice que el hom- bre sufre los efectos de la ira de Dios, quiere decirse que sufre los efectos de la ausencia de su amor , que deja de manifestársele. Esta idea es importante, porque con ella se expresa, dentro de lo posi- ble, la gratuidad y libertad absoluta de Dios en su comportamiento con el hombre. El sentimiento de temor, miedo que va anejo siem- pre a los textos del lenguaje religioso cuando hablan de la ira del Dios bíblico no dicen, leídos a fondo, que Dios castigue positiva- mente al pecador. Señalan la situación en que su ausencia le deja. Podemos usar el símil de las tinieblas y la luz. Tenemos miedo a las tinieblas, no porque estas sean positivamente agresivas contra nos- otros, sino por la ausencia de la luz que implican. Esta ausencia del amor de Dios la expresaron bien los místicos cuando hablan de que Dios se torna para el alma Tiniebla y Noche oscura. Noche profun- da en que a veces queda el alma cuando tiene la sensación de que Dios se ausentó de ella 36 . Éste es su mayor tormento: la ausencia de Dios, de su amor. Las justicia de Dios y sus manifestaciones. Tal vez sea la justicia el atributo que los mortales más piden y hasta exigen a la Divinidad, abrumados como están por tantas violencias e injusticias que “cla- man al cielo”. Por eso, lo justo y lo sagrado (lo divino) van íntima- mente unidos y, con frecuencia, aparecen inseparables, tanto en Dios y como en los hombres. A los “santos” los llamamos “justos”, sin más. La unión de la justicia y santidad de Dios, de lo jurídico con lo sagrado puede tener el efecto favorable de dar hondura, justifica- ción última a la administración de justicia humana. No hay deber más sagrado que el de administrar justicia, se dice continuamente. Pero también se corre el riesgo de “juridizar” lo sagrado, como ha ocurrido con la interpretación y modo de vivir la justicia de Dios por parte de los creyentes, en tantas ocasiones. En su libro “Contra Julián, obra inacabada” escrito al final de su vida (ca. 430), recoge S. Agustín un texto revelador de cómo entendían él y su contrincante Julián la justicia de Dios, y lo proble- mática que resultaba ya entonces su interpretación. Ya antes habla- 582 ALEJANDRO DE VILLALMONTE, OFMCap 36 S. JUAN DE LA CRUZ, Noche oscura, II, 6. Dios deja al alma en profunda tiniebla. Como si una bestia le tragara y le estuviese digiriendo en su vientre tene- broso, sufre gemidos de muerte y dolores de infierno, al sentir la ausencia de Dios.

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