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que el Amor no podrá eliminar del todo lo temible en el trato con lo Numinoso. Nuestras anteriores reflexiones podrían dar la impre- sión de lo contrario, de que se intentase eliminar del cristianismo la dimensión de la “temible-tremendum”: el miedo. Frente a esta pre- tensión podrían aducirse multitud de textos bíblicos en los que se habla de la ira, de la justicia de Dios. La cual no dejaría sin castigar delito ninguno de los hombres. Examinamos estos textos. La ira de Dios y sus manifestaciones. Cualquier libro de concor- dancias, cualquier léxico bíblico recoge numerosos textos sobre la palabra “ira” “cólera” y similares, referidas a Dios. Es un atributo del Dios bíblico del cual la religión cristiana parece que no quiere ni puede dejar de hablar. La ira de la que allí se habla se ejerce cons- tantemente con violencia, a veces ostentosa, imponiendo castigos a los malvados e incluso a los piadosos que cometen faltas. Sin embar- go, ya hemos señalado la ofensiva generalizada de la teología cris- tiana actual contra el Dios “violento”, iracundo. Según los textos bíblicos y la posterior lectura que la t radición cristiana ha hecho sobre ellos, la ira se le atribuye a Dios dentro de un lenguaje rudo, pasional, violento, un lenguaje fuertemente antro- pomórfico. Se quiere enfatizar el carácter personal de un Dios inten- samente vivo, que reacciona con energía frente a todo aquello que intenta violar el recinto de su intimidad personal, su santidad . En ese momento, la ira de Dios se enciende, estalla hasta contra las cosas y los animales (Ex 4,24; Ex 19,17; 33,30; 2 Sam 6,7). El momento privilegiado para la actuación de la ira de Dios es el día del juicio escatológico, que es “el día del Señor”, el “día de ira” ( Dies irae) por excelencia. Esta figura de Dios iracundo, extrañaba del todo a los filósofos del mundo greco latino. Preferían la imagen del Dios Sere- nísimo, Imperturbable de los estoicos que tiene el control perfecto de su vida pasional. Lactancio (+350) escribió un libro “Sobre la ira de Dios” (De ira Dei) defendiendo que la religión auténtica necesita tener miedo a un Dios vivo que sepa encolerizarse contra la mal- dad 35 . Esta figura de Dios que ejerce su ira contra los malvados pre- valece en la tradición. El himno “Dies irae” que se rezaba durante 580 ALEJANDRO DE VILLALMONTE, OFMCap 35 Texto de Lactancio en nota 1. Piensa Lactancio que, si Dios no tuviere ira, tampoco tendría amor. Pero eso depende de cómo se interpreten la ira de Dios, su amor y la relación mutua.

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