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pués de siglos de pacífica vigencia e influencia de signo negativo, en la actualidad has sido sometida a una crítica reiterada y radical, que compartimos. Recogemos un texto del teólogo reformado P. Ricoeur referen- te a esta crítica. Comienza su estudio señalando las diversas aporías que el mito de la pena ofrece ya a nivel mismo del mito, en el campo jurídico, en el terreno de la ética. Y añade: “Si ahora –cuarta aporía– nos volvemos hacia la esfera propia- mente religiosa, la aporía de la pena se torna particularmente inso- portable. Porque no es ya la sacralización del derecho, lo que se pone en cuestión, sino la juridización de lo sagrado. La misma proximidad entre lo sagrado y lo jurídico, cuyos efectos en el plano de lo penal acabamos de considerar, se presenta en plano inverso en el plano teo- lógico, y rige lo que yo llamaría de la teología de la pena. Supongo que si nos hemos reunido aquí para hablar del mito de la pena, es por motivo de esta teología penal. Más concretamente, es a causa de la muerte de esta teología penal en la predicación cristina y en toda nuestra cultura (subrayo). El hombre moderno no comprende ya de qué se habla cuando se define el pecado original como un crimen jurídicamente imputable, en el cual la humanidad entera estaría implicada en masa; pertenecería a una masa perdida, culpable y punible según los términos jurídicos de un crimen, condenado a muerte según la ley jurídica de la pena: esto nosotros ya no lo com- prendemos. Sin embargo, esta teología penal parece indisolublemente unida al cristianismo, al menos en una primera lectura. La cristolo- gía toda entera se inscribe dentro del cuadro de la teología penal por el doble canal de la expiación y de la justificación. Son los dos luga- res teológicos, tradicionalmente ligados a la pena por los más sólidos argumentos racionales” 28 . CRISTIANISMO, ¿RELIGIÓN DEL AMOR-RELIGIÓN DEL MIEDO? 573 ricordia, sin castigo concomitante, se trasformaría en injusticia, O.c., I, 24. Incluso el pecador arrepentido, si no satisface a la justicia divina, no recibe el perdón. Para evi- tar la desesperación del pecador Anselmo dice que la satisfacción debida la aporta Cristo. El Dios de Anselmo no sólo es justo sino también “justiciero” y parece que no puede ser de otra manera: “La teología de Anselmo (a la que acabamos de alu- dir) ha contribuido a fabricar la imagen de un Dios cruel, sanguinario y, en defini- tiva, repulsivo”, L. MALDONADO, O. c., en nota 10, p. 239. Cf. J. M.ª CASTILLO, Víc- timas del pecado , 137-154. J. A. ESTRADA, La imposible teodicea , 143-155. 28 P. RICOEUR , Interpretation du mythe de la peine , en “E.CASTELLI (ed.) “ Le mythe de la peine ”. Actes du Coloque organisé par CIEH et par IEPh de Rome, 7-12 janvier 1967 ( Paris 1967) 27. La obra es particularmente interesante, porque el tema
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