NG200603002
practicando la justicia, la paga sufriendo la pena. En ambos casos suena la palabra deuda. Es una forma de expresar lo que dice el adagio: ‘si no paga haciendo lo que debe, pagará padeciendo lo que debe’. Estas dos cosas no están divididas por un intervalo de tiempo, como si durante un tiempo no hiciera lo que debía, y en otro sufra lo que debe; a fin de que ni por un momento se enturbie la belleza del universo, de modo que exista en ella la fealdad del pecado, sin la belleza de la venganza ”. Y desde el lenguaje filosófico pasa el len- guaje oratorio y popular: “Hermanos, el pecado no puede quedar sin castigo; sería injusto que el pecado quedase sin castigo. Es indudable que hay que castigarlo. Esto dice tu Dios: el pecado debe ser castiga- do por ti o por mí. Por tanto, el pecado es castigado o por el hombre que se arrepiente o por el Dios castigador. ¿Qué es la penitencia si no un airarse cada uno contra sí mismo? El que se arrepiente se irrita contra sí mismo. A menos que no finja ¿que otra cosa significan los golpes de pecho? ¿Por qué te golpeas, si no te irritas contra ti mismo? Así pues, cuando golpeas el pecho te irritas en tu corazón para satis- facer a Dios” 26 . A penas se puede expresar con mayor claridad el carácter juridicista de la teología de la pena y su empalme con el mito de la pena. Esta teología de la pena adquirió notable solemnidad y univer- sal aceptación con la doctrina de Anselmo sobre la satisfacción de infinito valor exigida por el Padre, como reparación por la injuria infinita que Adán y su progenie han inferido al honor de Dios: “Es necesario que a todo pecado siga la satisfacción o el castigo” 27 . Des- 572 ALEJANDRO DE VILLALMONTE, OFMCap 26 Texto primero en De lib. arbitrio lib. III,c.15, nr.44; Pl.32, 1292-1293.Texto segundo en Sermón 19, 2; PL 38, 133. La misma idea: “Toda iniquidad pequeña o grande es necesario que sea castigada, o bien por el hombre que se arrepiente o bien por Dios que castiga. Porque el que se arrepiente se castiga a sí mismo. Por tanto, hermanos, castiguemos nuestros pecados. En absoluto, o castigas o te castiga ( Dios). ¿Quieres que no castigue? Castiga tú... Porque es imposible que el pecado quede sin castigo” , Enarr. in psal. 58 ,13; PL36,71. Y aludiendo a los remordimientos de la con- ciencia dice: “Mandaste, Señor, y así se cumple, que todo espíritu desordenado tenga en sí su propio castigo ”, Confesiones , I,12. Idea que se encuentra en el filósofo Séne- ca. Porque las exigencias del orden universal son implacables. Por ello, “qui inius- te se ordinat in peccatis,iuste ordinetur in poenis”, Epist.CXL c.2.n.4; PL 33, 540. 27 Cur Deus homo , I, c.15. Siguiendo el pensamiento de Agustín, insiste Anselmo en que Dios no puede dejar sin castigo el pecado, O.c. I, 12.No lo puede perdonar, porque “ perdonar es dejar de castigar”, O.c., 112. La pura y plena mise-
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz