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mancha . Esta conexión entre la mancha y el sufrimiento, vivida en estado de temor y temblor, pudo mantenerse con tanta mayor tena- cidad cuanto que suministró por mucho tiempo un esquema de racionalización, un primer esbozo de causalidad: si sufres, si fraca- sas, si enfermas, si mueres, es porque has pecado... Y no sólo la razón, sino la piedad se aferrará desesperadamente a esta explica- ción del sufrimiento: si es cierto que el sufrimiento de los hombres se deba a su impureza (pecado), a su mancha, entonces Dios es ino- cente” (efecto teodicea). Y de esta manera, el mundo del terror ético ha sido depositario de una de las racionalizaciones más pertinaces, del sufrimiento... Según la concepción jurídica y penal de la vida, el sufrimiento debía ser efecto de a culpabilidad . Pero el sufrimiento de los inocentes redujo a cenizas este esquema de retribución”. Pecado y sufrimiento está separado por un abismo, sobre todo si se dice que el sufrimiento es castigo de Dios 24 . En la misma dirección podemos aducir las consideraciones del teólogo y psicoanalista J. M. Pohier. Hablando del tema de la culpa- bilidad, del pecado, el mal y la muerte se pregunta por qué el peca- do logra tanta importancia en el cristianismo, hasta hacer de él el eje y la clave hermenéutica de la historia de salvación: el pertinaz hamartiocentrismo que hemos denunciado en varias ocasiones. “Cada uno a su manera, la Biblia y la tradición posterior han con- siderado muy a menudo que, si el hombre está sujeto a esos males, es por culpa del pecado. Todo desorden en el hombre y en el mundo es resultado del pecado. Según piensan los hombres (especialmente cre- yentes) Dios quiere para ellos la dicha perfecta, lo cual es verdad. Pero, al no obtenerla, tienden a pensar que el sufrimiento es debido a alguna culpa cometida. Este sistema de culpabilidad se basa en un falso presupuesto. Y, en el fondo, en la megalomanía del deseo humano que atribuye a Dios los mismos planes que él cultiva con sus deseos” 25 . 570 ALEJANDRO DE VILLALMONTE, OFMCap 24 P. RICOEUR, Finitud y culpabilidad ( Madrid 1969) 274; 273- 276. El sen- timiento de piedad mantiene entre los creyentes el mito del paraíso y el mito del pecado original como explicaciones de la “gran miseria” que padece el hombre. Pero ya he indicado que tal “piadosa”explicación perjudica más que favorece la ima- gen cristiana de Dios. 25 J. POHIER , En el nombre del Padre. Estudios y teológicos psicoanalítico s, (Salamanca 1976) 126-127; 127-128.

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