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mos, igualmente, negarnos a nosotros mismos y poner nuestros cuer- pos bajo el yugo de la servidumbre y de la santa obediencia, según lo que cada uno prometió al Señor” (v.37) . Como el itinerario de la vida penitencial no es lineal y cualquier acontecimiento externo puede desorganizar nuestra emotividad y cuestionar el sentido de nuestra vida, se hace necesaria la guía de aquellos que, como Francisco, han conseguido llegar a unas opcio- nes maduras de fe. Esto supone que nuestra fe vaya creciendo y conformándose en cada una de las etapas de la vida 479 . Así pues optar por Cristo ofrece a los penitentes una libertad nueva y una cierta madurez que les hace estar en sintonía con todos los hermanos: “ Nunca debemos desear estar sobre otros, sino, más bien, debemos ser siervos y estar sujetos a toda humana criatura por Dios” (v.47 ). Esta negación de sí no tiene otra finalidad que la de sacarnos de nuestra cerrazón y capacitarnos para asumir nuestros fracasos y errores sin tratar de negarlos: “ Y hagamos de nuestros cuerpos objeto de oprobio y desprecio, porque todos por nuestra culpa somos miserables y podridos, hediondos y gusanos, como dice el Señor por el profeta: Soy gusano y no hombre, oprobio de los hom- bres y abyección de la plebe” (v.46) . Francisco no nos habla desde el conocimiento, sino desde el cambio radical que supuso la entrada de Dios en su vida. Por eso, la respuesta penitencial está descrita con un lenguaje espiritual y el proceso de maduración fundado en la conversión del corazón. 2.1.2. Vivir o no en penitencia El fundamento de todo discernimiento está en el plan de la Tri- nidad de salvar a toda criatura ya que “... quiere que todos seamos salvos por Él y que lo recibamos con un corazón puro y con nuestro cuerpo casto... Pero son pocos los que quieren recibirlo y ser salvos 536 MANUEL ROMERO JIMÉNEZ 479 La adolescencia es el momento clave de la maduración en todos los aspec- tos de la persona. Hay una intensificación de la afectividad y una crisis que afecta a la identidad, la autoestima y el rol sexual, etc. Es una época de desestabilización que lleva a una imagen de Dios que puede convertirse en una proyección de sí mismo, a una religión filosófica y moral y a la vez terriblemente “sensiblona”. Es el paradig- ma al que hay que recurrir cuando se produce una crisis de sentido que afecta a la fe en Cristo.
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