NG200603001

2.1.1. El crecimiento y la maduración El proyecto de vida que expone Francisco, busca la congruen- cia entre lo que sabemos (2CtaF 4-13), lo que esperamos (2CtaF 15.18) y nuestra propia realidad (2CtaF 25-47). Se caracteriza por ser un proceso de crecimiento estable: “Y a todos aquéllos y aquéllas que las acojan benignamente, las entiendan y las envíen a otros para ejemplo, si perseveran en ellas hasta el fin, bendígales el Padre, y el Hijo, y el Espíritu Santo. Amén”(v.88 ), flexible: “ Y nadie esté obli- gado por obediencia a obedecer a alguien en lo que se comete delito o pecado” (v.41 ), realista: “Y si alguno no quiere amarlos como a sí mismo, al menos no les haga el mal, sino hágales el bien” (v.27 ), e integrador: “En cambio, ¡Oh, cuán dichosos y benditos son los que aman a Dios y obran como dice el Señor mismo en el Evangelio: Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón y con toda la mente, y a tu prójimo como a ti mismo!” (v. 18 ). Todo proyecto tiene como fin la madurez, pero la madurez es una utopía y el evangelio es la utopía, que nos permite vivir la ten- sión que provocan nuestros deseos y nuestro compromiso real. Esta tensión es un componente de la vida ordinaria, que aparece en las situaciones nuevas y nos lleva a darles respuesta. Hay que tener claro que todo este proceso lo afrontamos con ciertos rasgos de inmadurez psicoafectiva. Por eso, en el camino hacia Dios sólo una madurez “realista”, nos ayudará a tomar conciencia de las propias faltas de madurez y aceptarlas como parte de uno mismo. La 2CtaF nos ofrece la oportunidad de revisar nuestra utopía, a la luz de los valores del evangelio. Y lo hace mediante la descrip- ción del proceso, en el que Dios va entrando en nuestras opciones vitales. Todo aquel que se arriesga a vivir en penitencia, comienza des- cubriendo que todo lo que frustra o impide la satisfacción de sus necesidades, no es siempre un inconveniente para buscar a Dios. A veces, el darse cuenta de qué deseos mueven nuestras motivaciones, nos permite reorientarlos hacia su única fuente: Cristo. De ahí que Francisco aconseje a cada uno, que ponga sus motivaciones en manos de Dios, para que Él les mueva hacia donde quiera: “ Debe- mos aborrecer nuestros cuerpos y pecados, porque dice el Señor en el Evangelio: todos los males, vicios y pecados salen del corazón. Debe- LA CARTA A TODOS LOS FIELES: EL FUNDAMENTO…(II) 535

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