NG200603001

“Como el sacerdote le fuese explicando todo ordenadamente, al oír Francisco que los discípulos de Cristo no debían poseer ni oro, ni plata, ni dinero; ni llevar para el camino alforja, ni bolsa, ni pan, ni bastón; ni tener calzado, ni dos túnicas, sino predicar el Reino de Dios y la penitencia, al instante, saltando de gozo, lleno del Espíritu del Señor, exclamó: -Esto es lo que yo quiero, esto es lo que yo busco, esto es lo que en lo más íntimo del corazón anhelo poner en práctica” (1Celano, 22). Pero no sólo la persona de Jesús, sino que también su mensaje es un medio de vinculación de nuestro ser al reinado de Dios: “me he propuesto comunicaros, a través de esta carta y de men- sajeros, las palabras de nuestro Señor Jesucristo, que es el Verbo del Padre, y las palabras del Espíritu Santo, que son espíritu y vida... En cambio, ¡Oh, cuán dichosos y benditos son los que aman a Dios y obran como dice el Señor mismo en el Evangelio” (v.3b.18a). La elección de Cristo como modelo, amigo y sentido de la vida, supone decir “adiós” a muchas realidades personales y culturales. Nos lleva a dejar aquello que nos daba una seguridad relativa y a situarnos ante el futuro con la actitud humilde y sencilla del niño que confía en su padre 473 : “Tengamos, por lo tanto, caridad y humil- dad... No debemos ser sabios y prudentes según la carne, sino más bien, sencillos, humildes y puros... y estar sujetos a toda humana criatura...” (v.30.45.47). 2. L OS ÁMBITOS DEL DISCERNIMIENTO El discernimiento es un juicio que, prolongado en el tiempo, nos hace percibir el propio crecimiento espiritual. Aunque es esen- cialmente personal, se da dentro de la comunidad eclesial, ya que un cristiano sólo no puede tener una idea objetiva del propio pro- ceso. De ahí que la Iglesia sea el marco comunitario, en el que cada uno llega a comprender cómo y hacia dónde le impulsa el Espíritu Santo en la construcción del Reino 474 . LA CARTA A TODOS LOS FIELES: EL FUNDAMENTO…(II) 533 473 Es la actitud del niño, humilde y sencillo, es la que acoge limpiamente el Reino. M. RUIZ JURADO, El discernimiento espiritual (Madrid 1994) 28-31. 474 “...la Iglesia,... recibe la misión de anunciar el Reino de Cristo y de Dios, de establecerlo en medio de todas las gentes, y constituye en la tierra el germen y el principio de este Reino” (LG 5).

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz