NG200603001

El primero tras el desvelamiento familiar de Dios: “¡Oh, cuán glorioso es tener en el cielo un padre santo y grande! ¡Oh, cuán santo es tener un esposo consolador, hermoso y admirable! ¡Oh, cuán santo y cuán amado es tener un tal hermano e hijo agradable, humilde, pacífico, dulce y amable y más que todas las cosas deseable! El cual dio su vida por sus ovejas y oró al Padre por nosotros, diciendo: Padre santo, guarda en tu nombre a los que me diste” (v.54-56). Tras reconocer las relaciones de la Trinidad, Francisco especifica las cua- lidades con las que percibe a cada persona trinitaria 463 . El Padre es la fuente de la santidad que reside en el cielo, el Espíritu Santo es el esposo consolador que lleva la hermosura de toda la Trinidad, y el Hijo el hermano fiel. El segundo se produce tras la experiencia mística de la filiación: “A quien tanto ha soportado por nosotros, tantos bienes nos ha traí- do y nos ha de traer en el futuro, toda criatura, del cielo, de la tie- rra, del mar y de los abismos, rinda como a Dios alabanza, gloria, honor y bendición; porque Él es nuestra fuerza y fortaleza, Él solo bueno, Él solo altísimo, Él solo omnipotente, admirable, glorioso, y el solo santo, laudable y bendito por los infinitos siglos de los siglos. Amén” (v.61-62). Esta alabanza puede ser realizada por todo aquel que haya sido introducido en la Verdad de Dios, en cualquier momento de la historia. Se dirige a Jesús con los rasgos propios del Padre: Altísimo, Omnipotente, Santo y Bendito, ya que soporta la Encarnación y la Cruz por el hombre y le trae la justicia de Dios 464 . Esto no significa que la Trinidad quede reducida a la figura de Cris- to, sino la recuperación de la familia de Dios a partir de la Encarna- ción del Hijo 465 . 528 MANUEL ROMERO JIMÉNEZ 463 Lo realiza por medio de etopeyas pues es el recurso literario que permite describir los rasgos morales o psíquicos de una persona. Y de apóstrofes que des- criben el modo de sentir de Francisco a Dios. Ej. El Hijo es amable para el tacto, dulce para el gusto, pacífico para el oído, agradable para el olfato y humilde para la vista. 464 Toda esta enumeración es una etopeya de los rasgos de Dios que se amplía con el uso de anáforas a cada uno de los adjetivos: sólo bueno, sólo altísi- mo, porque Él es el mediador, el artífice de la salvación y el camino del hombre hacia la relación con el Padre. 465 M. HUBAUT, El misterio de la Trinidad viviente en la vida y oración de san Francisco de Asís y en Cristo, nuestra dicha (Oñati 1990) 152-153.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz