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vino, sino “ por medio de su propia sangre, en el altar de la cruz” (v.11). “¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores? El dijo: -El que practicó la misericordia con él” (Lucas 10,36-37a). Esta pregunta del jurista hace descubrir a Francisco, que ha sido el Hijo el que nos ha curado y nos ha hecho cercanos, porque ha pasado por todo lo nuestro: “Mas ahora, en Cristo Jesús, vosotros, los que en otro tiempo estábais lejos, habéis lle- gado a estar cerca por la sangre de Cristo” (Efesios 2,13). Y así se ha convertido en nuestro prójimo, recuperándonos de la situación en la que nos encontrábamos. Lo que más debió impresionar a Francisco fue la invitación de Jesús: “Vete y haz tú lo mismo”. Es esta propuesta evangélica la que dinamiza la vida en penitencia de la 2CtaF. Pero el modo de llevar- la a cabo, obedecerá a la urgencia con la que se nos presente el pró- jimo. Francisco es consciente, de que la urgencia de la ayuda al pró- jimo, se da en el orden cronológico, porque nuestra historia está imbricada en la de los hermanos que encontramos en el camino: “¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte? Y el Rey les dirá: -En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos her- manos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mateo 25, 38- 40) 424 . Pero la prioridad en el amar, viene dada en el orden ontoló- gico: “ Amemos, pues, a Dios y adorémoslo con puro corazón y mente pura, porque esto es lo que sobre todo desea cuando dice: Los verda- deros adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad” (2CtaF 19). El orden en la respuesta de Francisco ha sido esta misma: su encuentro con el leproso, le revela el rostro de Dios, con anteriori- dad al diálogo con el crucificado 425 . Esta experiencia del proceder de Dios, da a Francisco una visión distinta de la función del cristia- no en el mundo. Él y todos aquellos que vivan en penitencia deben encarnar, en todos los caminos, al Hijo samaritano. LA CARTA A TODOS LOS FIELES: EL FUNDAMENTO…(II) 509 424 Esta prioridad es olvidada por la Ley judía: “ Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo” (Lc 10,31-32). 425 (Cf. TC 11. 13).

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