NG200603001
1.1. La parábola del buen samaritano: Lc 10, 25-37 421 “El le dijo: ‘¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?’ Respondió: ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo’” (Lucas 10,26-27). Como en la parábola, Francisco une los dos mandamientos de la antigua Ley 422 . El mandamiento principal se sitúa tras la descripción del Amor de Dios en su credo y antes de exponer el estilo de vida penitencial. La Encarnación del Hijo en la condición débil de los varones y mujeres de todos los tiempos, es la expresión del Amor de Dios que le ha convertido en nuestro pró- jimo. Desde entonces amar al prójimo (2CtaF 25), se convierte en la consecuencia de amar a Dios (2CtaF 19-21). “Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron deján- dole medio muerto” (Lucas 10,30). Nosotros somos ese hombre medio muerto, tirado a la vera del camino cuando se encarna el Hijo. Llega, pues, a una situación caída, acentuada por “nuestros pecados” (2CtaF 13). “Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él” (Lucas 10,33-34). El Hijo al ver- nos se compadece de tal manera de nosotros, que asume nuestra pobreza: “Y, siendo Él sobremanera rico, quiso, junto con la bien- aventurada Virgen, su Madre, escoger en el mundo la pobreza” (v.5). Y acercándose se arrodilla y nos toma entre sus manos para tratarnos con piedad. Cuida y atiende nuestro sufrimiento con ado- ración, es decir que el mismo Hijo de Dios compromete su existen- cia con nuestra recuperación 423 . Y no sólo nos cura con aceite y 508 MANUEL ROMERO JIMÉNEZ 421 Toda la reflexión de la parábola en apoyada sobre las interpretaciones de José María Rueda sobre el texto de Lucas 10,25-37. RUEDA, J. M., El Buen samari- tano (Madrid 2000). 422 Dt 6,5 y Lv 19,18 . 423 La parábola afirma que el samaritano “tuvo compasión” usando un verbo que sólo se dice, en el AT, del mismo Yahveh. En: J. M. RUEDA, O.c., (nota 68), 60- 73.
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