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3. L A CEGUERA ESPIRITUAL DEL HOMBRE ( V .68-70) “Ven, conocen, saben y practican el mal, y a sabiendas pierden sus almas. Mirad ciegos, engañados por nuestros enemigos, la carne, el mundo, el diablo, que al cuerpo le es dulce cometer pecado... y amargo servir a Dios, pues todos los males, vicios y pecados, del cora- zón del hombre salen y proceden, como dice el Señor en el Evange- lio” (v.68-69). Si recordamos, aquellos que reciben la presencia del Espíritu son potenciados en su realidad creatural; su alma se con- vierte en esposa, su corazón en hermano y su cuerpo en madre de Jesucristo (2CtaF 49-53). El engaño del enemigo trastoca cada una de las dimensiones del hombre y las pervierte de su orientación. De manera que el alma ya no puede desposarse con el Hijo porque el Espíritu no presta su servicio, y es el diablo el que oscurece el trato amistoso con Jesucristo. El cuerpo se siente vacío y, en lugar de engendrar buenas obras, busca su satisfacción, y el corazón cambia su orientación y se convierte en la fuente de todos los vicios y peca- dos. Así pues, el hombre queda a merced del mundo porque a “...Satanás no se le permite nunca prevalecer sobre los corazones hasta el punto de conducirlos al desfallecimiento. Por eso, apartado del interior de las conciencias, vaga en lo exterior ” 385 . Y así, el hombre queda limitado a poseer la sabiduría de la carne y no del Espíritu 386 y condenado a vagar por la oscuridad 387 . Y así se rompe la dinámica que llevaba al fiel a salir de sí (“eros”), a actuar sobre su mundo (“actio”) y ser introducido en la realidad de Dios (“passio”). El diablo logra que el “eros” se agrande y sólo salga de sí para satisfacer sus necesidades. Es decir, que se vuelve dios de sí mismo (Cf. Gen 3,5). La consecuencia de esta vida lleva a los varones y mujeres a conocer que “ practican el mal, y a sabiendas pierden sus almas” (v.69) 388 . Porque ya no les importa nada ni su principio ni fin: “ nada 494 MANUEL ROMERO JIMÉNEZ 385 G. MAGNO, Los libros morales/1 (I-V) (Madrid 1998) 78. 386 Es la distinción paulina entre los que tienen la sabiduría del Espíritu santo y lo que tienen la sabiduría de la carne (Cf. Rom 6, 12-14). 387 Para el evangelio de Juan la vivida en penitencia es sinónimo de caminar en la luz (Cf. Jn 3, 19-21). 388 “ Porque nuestra debilidad, entenebrecidos por el pecado voluntario, si antes no paga con la muerte debida a su pena, no penetra en la claridad de la luz interior ”. G. MAGNO, O.c. , nota 45, 46.

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